Por David Uriarte / 

Las personas nacen con sexo, el género es una construcción social. Hay dos discusiones crónicas, las definiciones conceptuales e ideológicas, y la realidad estadística.

Desde el año dos mil, la Organización Mundial de la Salud, la Organización Panamericana de la Salud, después de reunir a los expertos mundiales, dieron a conocer los conceptos de sexo, sexualidad, salud sexual, género, identidad de género, orientación sexual, identidad sexual, erotismo, vínculo afectivo, actividad sexual, prácticas sexuales, entre otras.

Para los expertos, el término “sexo”, se refiere al conjunto de características biológicas que definen al espectro de humanos como hembras y machos, al género lo definen como la suma de valores, actitudes, papeles, prácticas o características culturales basadas en el sexo.

La identidad de género define el grado en que cada persona se identifica como masculina o femenina o alguna combinación de ambos, es el marco de referencia interno, construido a través del tiempo que permite a los individuos organizar un autoconcepto y a comportarse socialmente en relación a la percepción de su propio sexo y género; y la orientación sexual la definen como la organización específica del erotismo y/o el vínculo emocional de un individuo en relación al género de la pareja involucrada en la actividad sexual.

Mientras se confunda el sexo con el género, la identidad de género y la identidad sexual, o la orientación sexual, seguirá siendo la Torre de Babel, es decir, un enredo de definiciones, conceptos y creencias. Mientras tanto, la verdad estadística se mantiene galopante: la agresividad, la violencia y los homicidios por razón de género se mantienen al alza.

Antes de sumergirse en cualquier discusión fuera de la norma jurídica, donde los razonamientos sean sociales, culturales, empíricos, filosóficos o teológicos, hay que recordar o entender que las diferencias biológicas entre hombres y mujeres empiezan a la séptima semana de gestación, cuando el gen SRY hace la diferenciación sexual, la masculinización del cerebro y la desfeminización del cuerpo masculino.

Aspectos emocionales, sexuales, verbales, e impulsivos, tienen manifestaciones diferentes en hombres y mujeres; el aprendizaje sociofamiliar es clave en la conducta de género.