Por David Uriarte /
El que madruga -como parte de su naturaleza-, piensa que lo mejor es eso, pero el que se levanta tarde y lo disfruta, cree que no hay nada que justifique levantarse temprano. Lo mismo pasa en el terreno político, ellos pueden pensar y justificar su insistencia de darse a conocer diciendo que son “la mejor opción” para representar un estado, municipio, o distrito electoral, también se perfilan como expertos en la administración pública e innovadores de los proyectos sociales para resolver lo urgente.
Primero por los medios tradicionales, hoy por las redes sociales, los aspirantes a puestos de elección o de gobierno, inundan o tratan de inundar la conciencia de la sociedad en busca de la intención del voto.
La sociedad o como dijera el presidente López Obrador, “el pueblo sabio” también se cansa de tanta información, de tanta insistencia o terquedad por llamar la atención, los aspirantes se enfrentan primero a una contienda interna donde se pueden hacer pedazos, el ganador se enfrenta entonces a la verdadera prueba: las elecciones.
Prender la televisión y ver anuncios o promocionales de diez partidos nacionales y en el caso de Sinaloa de un partido local, después prender la radio en el automóvil y escuchar ‘spots’, entrevistas, comentarios y hasta mitotes de la clase política, harta a muchas personas. Si a lo anterior se le suma el bombardeo fino o burdo -depende el caso- de aspirantes, partidarios, simpatizantes, amigos, familiares e incluso enemigos políticos en las redes sociales, entonces, la irritación puede ser significativa; incluso puede generar animadversión a la participación cívica el día de la jornada electoral.
Una sociedad inoculada por los medios y el nuevo régimen político en México de una palabra tenebrosa: corrupción, sufre un efecto psicológico de miedo a la política y los políticos. Es tanta la persistencia de la palabra corrupción, que su efecto supera cualquier proceso psicológico de aprendizaje, la conciencia del pueblo desayuna, come y cena la palabra corrupción, de tal manera que las imágenes de los aspirantes venden inconscientemente esa palabra y sus efectos, más en una sociedad cansada de esperar más de lo que recibe.