Por David Uriarte /
Poco más de seis o poco menos que siete semanas, es el tiempo transcurrido desde el nueve de septiembre, cuando iniciaron los enfrentamientos entre grupos antagónicos, civiles armados contra civiles armados, o civiles armados contra las fuerzas castrenses.
La sinergia de inseguridad producida por los enfrentamientos, levantones, desapariciones forzadas, asesinatos, y, por si fuera poco, la ausencia en las calles de la policía y tránsito municipal, vinieron a detonar la tormenta perfecta, sembrando miedo, ansiedad, estrés postraumático, y en algunos casos, paranoia entre la población.
Una semana más donde el platillo fuerte de la plática, conversación, dialogo, y noticias entre los habitantes de Culiacán, amigos, vecinos, empleados, empresarios, o sus familias, gira alrededor de la crisis de violencia iniciada el 25 de julio, pero detonada de manera catastrófica el 09 de septiembre.
Con seguridad se puede afirmar, que la intención de la gran mayoría de la población es hablar de arte, ciencia, educación, deporte, economía, salud, hasta de política. Sin embargo, los hechos delictivos registrados estadísticamente, tanto por las autoridades preventivas, de procuración de justicia, medios de información, portales, y redes sociales, tienen inundado el mercado de la información.
Una semana más para los padres de familia que se sienten en la incertidumbre de mandar a sus hijos a la escuela, pero también, una semana más de miedo del personal docente, y si de miedo se trata, la soledad en las calles a partir de la puesta del sol, es signo evidente del auto toque de queda.
La industria restaurantera promueve desayunos y comidas, el tema de las cenas, antros, o centros nocturnos, están en pausa por razones obvias.
La medicina pública y privada, experimenta un ausentismo en las citas de primera vez y subsecuentes, los enfermos quieren ser atendidos en horario matutino, después de las seis de la tarde, el resguardo domestico es la mejor opción.
Una semana más donde la esperanza empieza mostrar signos de debilidad, panteones, funerarias, y hospitales, muestran aumento de tráfico, las unidades de atención psicológica también.
La pregunta obligada de los habitantes de Sinaloa, y la de sus familiares que viven en otros estados, o en el extranjero, es ¿Cuándo se va terminar esto? ¿Cuándo se va respirar seguridad y tranquilidad?
¿Será en una semana más?