Por David Uriarte /
El poder legislativo escribe una página más, la 64 Legislatura queda instalada, la 63 Legislatura ya es historia, y las expectativas políticas se amontonan en el pensamiento de los analistas, los líderes de partido, líderes de bancadas, simpatizantes de las diversas fuerzas políticas, y parte de la sociedad que vuelve a creer en sus representantes.
Al ver los nombres, rostros y siglas de los partidos que representan los diputados y las diputadas, se translucen los nombres y los rostros de quienes los apuntalaron para llegar al Congreso del Estado.
Todo es digno de análisis, pero la parte brillante de la suerte y obscura de la democracia, son los recuadros donde aparece el rostro, el nombre, las siglas del partido y la leyenda “Representación Proporcional”, a diferencia de los otros recuadros donde aparece “Distrito X”, es decir, lugar que se consiguió con votos ganados por tierra, no con fracciones aritméticas de los mejores perdedores… En fin, el poder siempre tiene rostro, a veces oculto y mano fuerte para arrimarle la silla a quien habrá de defender ciertos intereses.
Cuando usted lee: Ricardo Madrid Pérez, Concepción Zazueta Castro, Cinthia Valenzuela Langarica, Deisy Judith Ayala Valenzuela, Gloria Himelda Félix Niebla, Luis Javier de la Rocha Zazueta, y Sergio Mario Arredondo Salas ¿A quién se imagina detrás de ellos y qué tienen que hacer para cumplir con la cuota de poder? ¿Qué tanto, ellos y ellas han contribuido al desmoronamiento del partido que las postuló? ¿Será la última oportunidad de tener una bancada de ese partido político?
Feliciano Valle Sandoval es el único nombre que le salva la plana a su partido, curiosamente el reducto político desatendido por su partido donde la militancia local sacó la casta y demostró lo que significa trabajo de campo y unidad, a pesar de los riesgos de sangre que se corrieron.
Hay palabras que no corresponden al diccionario político de ciertos partidos, una de ellas es “vergüenza”, la definición del concepto no deja espacio para la trampa del poder, es decir, para apuntalar posibles defensas o desvíos que necesitan ser validadas por el poder Legislativo donde la aritmética sigue jugando papel importante en la palabra de “mayoría”.