Por David Uriarte /
Un derechohabiente del ISSSTE cuya identidad hay que proteger, lo llamaremos para el caso, Don Brígido.
Después del diagnóstico nada agradable de cáncer de próstata, Don Brígido se refugió en el servicio de oncología clínica, por la evolución de su padecimiento ya no era candidato a cirugía; después de la extraordinaria atención del oncólogo, fue referido a la ciudad de México para que se le practicara un estudio que por su complejidad y costo se realiza en el área de investigación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
De regreso con los resultados del estudio, el oncólogo le prescribe un medicamento que se usa con otros medicamentos para el tratamiento del cáncer de próstata que se diseminó a otras partes del cuerpo… Don Brígido se forma en la fila de la farmacia y ¡Oh, sorpresa! “No hay medicamento”, que “regrese en quince días”.
Todas las enfermedades requieren tratamiento, sin embargo, no es lo mismo el tratamiento para los hongos de las uñas de los pies, que el tratamiento para mitigar, controlar o detener el avance de la diseminación del cáncer a otros órganos.
Don Brígido es la muestra de las condiciones operativas de una noble institución de salud como el ISSSTE; no todo está pedido, no todo está mal, son muchas más las cosas buenas que pasan, sin embargo, las emociones que despierta la falta de medicamentos especializados en condiciones donde el pronóstico depende fundamentalmente del apego al tratamiento, hace que los enfermos sientan una doble desesperanza.
Los estados mentales derivados de la condición propia que genera un padecimiento como el cáncer, deprimen doblemente a los pacientes, es decir, les bajan las defensas y los mantienen emocionalmente inestables.
Don Brígido, a pesar de ser un hombre que ronda los setenta años, tiene una fortaleza admirable ante la contingencia de salud que lo mantiene alerta y al mismo tiempo desesperado por la falta del medicamento.
Ningún discurso, pretexto o justificación consuelan a los derechohabientes, ellos no quieren saber de política o partidos, sólo reclaman un servicio médico que les resuelva hasta donde sea posible su problema de salud, más cuando de cáncer se trata.
Si todo sale bien y se cumple la promesa que le hicieron en la farmacia, estos quince días se le harán eternos al paciente. Dice Don Brígido que con ánimo no se cura.