Por David Uriarte /

El lunes en la madrugada llegó al servicio de urgencias médicas una mujer de 53 años, ordenada como casi todos los derechohabientes indefensos, esperó su turno. Después de la revisión clínica y exámenes de gabinete y laboratorio, aparece el diagnóstico: colelitiasis agudizada, en un buen español, piedras en la vesícula.

Sentada como acróbata de circo, deteniendo ella misma la solución por donde le administran los medicamentos paliativos, espera al redentor de su salud “el cirujano general” que habrá de decidir su alta del servicio, su hospitalización o su pase a quirófano para extirpar su vesícula y curar su mal.

Como siempre, el tiempo transcurre y el bullicio en urgencias del IMSS es la suma del desespero, dolor y sufrimiento de pacientes aglomerados en espera del milagro que les regrese su salud, mientras tanto, enfermeras, internos, y residentes hacen lo que pueden con lo que tienen, y una de las cosas que más hacen es esperar la presencia del que decide; el médico adscrito.

Esta mujer de 53 años quien arrastra desde hace días su dolor se resistía a continuar su viacrucis por la insigne institución de salud, sin embargo, su umbral de dolor fue superado por la enfermedad y se convirtió en una urgencia que la mantiene desde el domingo, primero en su unidad de medicina familiar y hoy en el hospital del IMSS de Culiacán esperando que el transito fluya y descongestione los pasillos del sufrimiento.

La idea no es la búsqueda de culpables sino la búsqueda de soluciones, y la única solución para esta paciente como muchas y muchos más, es la resolución quirúrgica de su padecimiento, es que alguien se apiade de su dolor y sufrimiento y la canalice por la vía de la resolución quirúrgica.

Mientras las autoridades institucionales tratan de justificar lo injustificable, hay dos grupos afectados: el personal médico y los pacientes, los médicos cuyo estrés aparece cuando son rebasados por la demanda de servicios, la insuficiencia de espacios, materiales y equipos, más los pacientes que encuentran en la institución de salud su único reducto de esperanza para corregir literalmente su dolor. Mientras usted lee esto, la paciente sigue sufriendo.