Por David Uriarte /

No hay cosas buenas o malas, excepto cuando existe la intención de dañar, o se daña por ignorancia.

Ante los acontecimientos previos a la toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México, lo que se observa son muchas cosas, entre ellas, que las vísperas del poder manda un mensaje claro y contundente tanto al gobierno saliente como al pueblo de México. El mensaje es a partir del 2 de julio: “Yo mando”.

En el mandato, un tanto desesperado, se observan acciones interesantes desde el análisis y la descripción de hechos. Por ejemplo, si una verdadera democracia se mide por la voluntad del pueblo, entonces eso justifica las consultas ciudadanas para continuar o suspender obras como el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, no se va a cuestionar la metodología o el instrumento de medición de la voluntad del pueblo, solo se desprenden preguntas obvias como el tamaño de la muestra, es decir, si el 53% de los votantes eligieron al nuevo presidente, ¿qué tan significativo es el resultado de menos del 1% de la consulta?

Esta reflexión impone otra. Hace días, MORENA presentó una iniciativa para eliminar la autonomía de la Comisión Nacional de Hidrocarburos y la Comisión Reguladora de Energía, también se pretende desaparecer el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, el Banco de México también recibió ya su manotazo, y al parecer todo lo implique autonomía será revisado con lupa para valorar más que el riesgo, su libertad de decisión. En otras palabras, esta nuevo modelo de democracia requiere del control de todos los hilos del poder incluyendo al Instituto Nacional Electoral al que se le acusa de “venganzas”.

Decisiones estructurales y altamente significativas para el desarrollo del país son filtradas por cedazo del nodo de la democracia en México: su nuevo presidente. ¿Por qué unas decisiones a consulta y otras no? La cuarta transformación tiene en su segunda palabra el precio de la misma, es decir, los mexicanos experimentarán una transformación aunque de momento no se entienda del todo.

¿La democracia es de kínder, o los mexicanos entendemos como de kínder?

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