Por David Uriarte /
El flagelo de las adicciones es la raíz de millones de historias tristes, es un círculo vicioso donde la tristeza genera más tristeza, en este ciclo, la tristeza produce daños colaterales letales, desde el robo para obtener dinero y satisfacer el vicio que aleja la tristeza, hasta el crimen más horrendo para lo mismo.
Nadie roba o asesina en su sano juicio, se necesita un cerebro enfermo, cuyo pensamiento justifique la conducta sociopática para satisfacer un deseo que aleja la tristeza a través del espejismo de la efímera felicidad, a precio de sangre y sufrimiento social.
La pandemia de las adicciones en el mundo cuesta miles de millones de dólares, millones de enfermos, miles de muertos, y miles de millones de familias sufriendo con igual número de gente inocente que pierde sus bienes, su salud y su vida.
La tristeza es una condición que nadie quiere, muchos la padecen de forma crónica, una de las opciones para alejarla es ingerir psicotrópicos en cualquiera de sus presentaciones, nadie se droga para sentirse mal, se drogan para alejar la tristeza y construir un estado de bienestar lo más cerca a la felicidad.
El costo personal, familiar y social de cualquier adicción que busca alejar la tristeza, es alto por decir lo menos, la persona adicta por lo general arrastra significados de tristeza desde la infancia, se siente triste por el abandono, por el sufrimiento o rechazo de su madre o padre, por la violencia familiar, por las adicciones de las figuras de autoridad, por la pobreza extrema, y por muchas situaciones que para ella representan tristeza.
Buscando liberarse de la tristeza, muchas personas adictas entristecen a los demás, el adicto no solo entristece a su familia, puede entristecer a los demás cuando adopta conductas y comportamientos violentas para obtener el medio (dinero) para lograr su fin.
Buscando el abrazo o el reconocimiento del padre o la madre, con sed de un “te quiero”, muchas personas terminan hundidas en la tristeza, buscan en la droga (cualquiera que sea) la felicidad efímera, quieren saber lo que se siente ser o estar feliz por lo menos por un rato, aunque el precio sea catastrófico para ellas, sus familias y la sociedad.
Identificar el origen de la tristeza crónica es el primer paso para su tratamiento, sin embargo, de poco sirve identificar la causa, si la ruta del tratamiento es cualquier adicción.
La tristeza tratada con cualquier adicción, sin duda es el origen de muchos males.