Por David Uriarte /

En la federación, estados y municipios, la transparencia y la honestidad son los rieles por dónde camina el tren de la gobernabilidad.

En el municipio de Culiacán, se juega con baraja nueva, con cartas marcadas por la esperanza de un gobierno transparente y honesto, sin embargo, los actos de autoridad no siempre dejan contentos y satisfechos a los ciudadanos.

No existe un manual de tratamiento social ante lo inesperado, sólo existe la inmediatez de la demanda social; los desastres naturales como terremotos, tsunamis, inundaciones y pandemias, no tienen palabra de honor, tampoco calendario que cumplir… Simple y sencillamente retan la inteligencia humana y generalmente la dejan en ridículo, no hay poder humano que pueda contra la fuerza de la naturaleza, menos cuando se presenta enfurecida.

La percepción social es el termómetro de lo que pasa en todos los ámbitos de la vida en comunidad, la pandemia tiene arrinconados a los expertos de la epidemiología, a los expertos en políticas públicas, a los expertos en economía, a los expertos en política partidista, en fin, “ensayo-error” es el ciclo de la experiencia.

En Culiacán la percepción de arbitrariedades, corrupción y malos manejos, es la medida del desempeño político-administrativo del gobierno.

Hay dos conciencias pendientes del quehacer político en el municipio: la sociedad y la Síndico Procuradora, la fiscalización, vigilancia, funciones de empleados administrativos y funcionarios, buscar que los servidores públicos no mientan, en consecuencia que cumplan su palabra, esa es función de la Síndico Procuradora.

Hay acuerdos que necesitan del consenso de la mayoría de los regidores, en cambio, las atribuciones propias del Presidente Municipal por encargo de Ley, siempre o casi siempre estarán fiscalizadas por la Síndico Procuradora. En este sentido, se regula la conducta y disposiciones de los servidores públicos que en uso de sus facultades o atribuciones puedan lesionar, dañar o interferir con actividades de la cadena productiva en el municipio.

Se necesita armonía, confianza y empatía para funcionar o tener el sentido grupo o cuerpo colegiado que sólo busque el bien común.