Por David Uriarte /
Cuantas veces los médicos o psicólogos quisieran estar equivocados al emitir un diagnóstico con un pronóstico cruel; lo mismo les pasa a los padres cuando ven a sus hijos en relaciones tormentosas, pero con una seguridad de cambio que nunca llegará; o cuando el experto asegura el fracaso sustentado en una lógica que los demás no ven; o cuando los analistas políticos advierten la incapacidad del jugador, que, aun teniendo méritos no le alcanza para triunfar en un proceso de elección.
En estos casos es cuando aparece la frase “odiosa” para muchos de “te lo dije”, frase que suena fuerte, duro, y a veces agresiva a los oídos de los perdedores, por ejemplo, cuando el psiquiatra le dice a los familiares que el paciente tiene esquizofrenia -que es una enfermedad mental crónica que se puede controlar sin asegurar una curación definitiva-, los familiares ven el diagnóstico y el pronóstico como una sentencia a cadena perpetua y no les gusta, cuando lo esperado es que se sientan agradecidos al saber que un profesional de la salud mental les hizo el diagnóstico y les dijo la verdad científica.
Cuando los padres o los amigos le dicen a una joven interesada en relacionarse con otra cuyo currículo es evidente y socialmente conocido como una persona disfuncional, la reacción generalmente es de enojo o descontento, es decir, no lo creen hasta que sucede la catástrofe.
En la política pasa lo mismo, el fanatismo cierra la mente de los interesados y el estupor impide cualquier clase de discusión razonable, las personas preguntan buscando escuchar lo que quieren, no lo que les digan. La presencia de los expertos o los analistas se justifica en la medida del conocimiento de la materia, no en la medida de las pasiones o sesgos personales.
Desde el momento que se enfilan muchos candidatos en un proceso electoral, es evidente que el respeto por los partidos mayoritarios se pierde y la idea de la ciudadanización se confunde, excepto que se trate de una estrategia donde el candidato está dispuesto a ser inmolado, de otra forma, sólo se trata de ingenuidades, obsesiones o mentalidades dispuestas o no a volver escuchar la misma frase: te lo dije.