Por David Uriarte /

Hay una especie de enfermedad que invariablemente contamina a los políticos, especialmente a los de primer nivel ¿Han escuchado a un presidente municipal decir, me equivoqué? ¿Han escuchado a un gobernador decir, me equivoqué? ¿Han escuchado decir a un presidente de la República decir, me equivoqué? ¿Han escuchado decir a un presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso decir, me equivoqué? ¿Han escuchado decir a una ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación decir, me equivoqué?

Esta enfermedad narcisa se mete en el cerebro del político, el gobernante, representante, funcionario, o servidor público, afectando una de las funciones ejecutivas del humano: el juicio.

Los reflectores sociales y el acoso mediático transforman su discurso, el histrionismo se apodera de ellos como una posesión demoníaca donde el espíritu del que todo lo sabe envuelve y dirige su lengua desconectándola del pensamiento crítico y prudente.

¿Por qué no pueden aceptar que se equivocan? La respuesta la tienen ellos, lo demás son conjeturas, supuestos o creencias, la humildad puede ser la ruta de aprendizaje para aquellos especialistas en buscar culpables en lugar de buscar soluciones.

Que es más fácil ¿Buscar culpables o soluciones? Por supuesto que culpables, eventualmente la solución pudiera estar en quitar al gobernante, político, o representante de su puesto, pero como esto es prácticamente imposible por otros medios que no sean los legales y democráticos, entonces, la sociedad tiene que esperar el vencimiento de los términos para los cuales fueron nombrados, designados o votados.

Un ejercicio de humildad, honestidad y respeto a la investidura, es tener en mente siempre que son humanos, y como tales, tienen derecho a equivocarse y también a darse cuenta, aceptarlo y socializarlo.

Insultar a la inteligencia social debe ser práctica eliminada de la vida política cotidiana, de cualquier manera, ni ellos mismos se creen el cuento de ser infalibles, certeros, eficaces y eficientes en su desempeño… Nadie les dijo que son máquinas precisas, nadie les cree que no se equivocan, entonces, una dosis de honestidad mezclada con integridad por vía de la conciencia, cada hora, puede ser el tratamiento indicado para traerlos del cielo a la tierra, y con esto encontrarán la facilidad para decir: me equivoqué.