Por David Uriarte /

Soledad es una cosa y pobreza temporal otra. Estar solo o sola con un respaldo económico suficiente, produce un estado de ánimo distinto, una seguridad en decisiones relacionadas con la compra o adquisiciones materiales.

La soledad como tal, es una condición personal, un sentimiento relacionado con el estado de ánimo, incluso la persona puede estar acompañado o entre muchas personas, sintiéndose sola.

La soledad como sentimiento está ligada a expectativas personales, un estado de ánimo donde la compañía no tiene equivalencia positiva, muchas personas viven como máquinas, como robots donde la soledad es el combustible de su vida, tienen en el mejor de los casos, empleo y retribución económica para cumplir las obligaciones familiares en términos de dinero, aunque la vida de relación está ausente precisamente por su soledad.

Aunque el modelo humano está diseñado para la convivencia y la vida de relación social, muchas personas se acostumbran a su soledad, tienen una agenda donde la socialización está controlada a su manera.

Cuando la soledad es costumbre, y las condiciones económicas suficientes, no existe sufrimiento digno de tratamiento, es la soledad el remanso de vida donde la reflexión ocupa otros temas excepto la convivencia.

Cuando la soledad se vive sin dinero, sin las condiciones básicas para subsistir en lo elemental, la carga de sufrimiento empuja necesariamente a la persona al bote del sufrimiento, del lamento, y la frustración.

La soledad sin dinero termina siendo un flagelo a la salud mental de muchos hombres, en una sociedad donde aún hay resquicios de un machismo protector, una hombría basada en la proveeduría, una autodevaluación ante la pobreza temporal o definitiva, con una ausencia de la vida familiar como autocastigo al no cumplimiento de sus propias expectativas.

La soledad es ausencia, sin embargo, la soledad en el cerebro femenino cobra otros significados, generalmente la mujer busca presencia, tiempo, signos de afecto, compañía física o simbólica, pero compañía al fin… Aunque sea fantasiosa, la soledad en la mujer se puede convertir en fuente de sufrimiento crónico al margen de la cantidad de dinero.

La soledad sin dinero es sinergia catastrófica para cualquier habitante de una sociedad capitalista, el consumo requiere dinero, la compañía requiere afecto, sentimiento y emociones.