Por David Uriarte /
“Lo que no se mide no existe” dice la ciencia, y “lo que no se mide no se puede mejorar” dicen los programas de calidad, bajo esta sencilla -pero a veces difícil- premisa, se pueden evaluar los objetivos y alcances de los programas sociales de los gobiernos federales, estatales y municipales.
La reconstrucción del tejido social incluye acciones como el fortalecimiento de la cultura cívica y la promoción de la participación ciudadana; en el papel eso suena espectacular, es la evidencia de haber exprimido la neurona hasta dejarlo plasmado. Sin embargo, ¿Cómo se miden las variables fortalecimiento y promoción? Es ir y tirar dinero, esfuerzo y distraer recursos humanos en tanto todo eso le cuesta al Gobierno Municipal
¿Cómo saber que esos volantes, trípticos, pelotas, payasos, comedias, verbenas, teatros, y pláticas, revierten la conducta delictiva? ¿Cómo se mide el fortalecimiento y la promoción después de estas acciones?
Los esfuerzos gubernamentales por reducir los índices delictivos, específicamente el trabajo de campo del Gobierno Municipal por llegar a las colonias donde la incidencia de conducta antisocial es más elevada, tienen un impacto subjetivo mientras no exista un instrumento de medición válido y confiable.
Se habla del fortalecimiento de la paz ¿Cómo? Eso es lo que no se dice, por eso, las buenas intenciones surgen en la mente de cualquier ciudadano de bien… Todo queda en el aire mientras no se aterrice en acciones medibles y resultados medibles.
Lo que sí se puede medir, y hay evidencia de ello, son las llamadas al 911 con motivo de violencia familiar; el número de atropellados en accidentes viales; el número de robos a casa habitación o comercio; el número de asaltos o robos de vehículos; en fin, existe una numeralia que retrata la silueta de la paz social. Esos números son personas agraviadas, lesionadas física o emocionalmente.
La contraparte o el antídoto, son las acciones derivadas de los programas preventivos de los gobiernos municipales, siempre y cuando no sean ocurrencias o piedras al aire.
Si las adicciones son el detonante de otras conductas antisociales, la coordinación con los órdenes de gobierno y sus dependencias son primordiales. Siempre la suma es mejor que la división, el camino nunca está terminado, los programas preventivos deben socializarse y sus resultados, también.