MICIUDAD.MX / La pasión es el motor de las acciones, y la motivación su combustible. En la vida en general y en las actividades propias en particular, sin pasión no hay resultados que llenen las expectativas individuales y colectivas.
En un mundo polar y en un México dividido, sólo la identificación de emociones y sentimientos puede desactivar las pasiones irracionales. Los temas mundiales como el calentamiento global, la pobreza y la desnutrición, o los temas nacionales como la violencia, inseguridad, corrupción, impunidad, pobreza, más los temas sensibles como los feminicidios, comercio sexual y violencia de género, dibujan un México crispado cuya válvula de alivio es la expresión del pensamiento y emociones de sus habitantes.
En el trabajo, la escuela, en las calles, reuniones, bares, en donde exista conversación, el tema de la política está presente, todos o casi todos esgrimen la espada de la razón y la verdad, sin embargo, lo que realmente blanden, son sus emociones producto de sus expectativas no resueltas.
Si a cualquier plática se le quita la emoción, lo único que queda es la razón o la verdad envuelta en estadística o en evidencia. Si no existe evidencia o no hay estadística que respalde el dicho, además de mentira puede encontrarse el veneno de la insatisfacción cuya expresión es la emoción no placentera del enojo, ira o explosión física o verbal.
Desde los problemas con los hijos o la pareja, hasta los problemas sociales, las emociones juegan un papel central en la conducta, simplemente veamos el tema de los inmigrantes, lo que está pasando en la ciudad fronteriza de Tijuana donde las emociones no placenteras se apoderan de los habitantes, y lo mismo les sucede a los inmigrantes, es clara evidencia de la mezcla y confusión entre la razón y la emoción.
Si tanto los lugareños como las autoridades y los de la caravana le quitan la emoción, entonces el dialogo realmente puede fluir y construir acuerdos sin sangre y agresión.
Cada piedra lanzada o cada bala disparada, procede de una emoción mezcla de miedo y frustración, ésta es la evidencia de una verdadera regresión social, es decir, dejamos de consultar al cerebro humano para atender las emociones animales.
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