Por David Uriarte /

Desde el principio se nota la proclividad de los niños para el estudio, desde la época de guardería se observa la capacidad de socialización, en preescolar la capacidad de adaptación, en la primaria la socialización; en la secundaria los cambios en el comportamiento propio de la adolescencia, en el bachillerato la conciencia del rumbo profesional, y en la licenciatura la vocación del alumno o el cumplimiento de los caprichos de los padres.

La formación académica no garantiza el éxito profesional, mucho menos el éxito económico… puede garantizar la realización de los padres a través de los hijos, pero eso no significa que le dé sentido o propósito de vida al recién graduado.

El sueño de muchos estudiantes depende del estatus comercial, de verse como un profesionista admirado, reconocido, como alguien que resuelve problemas ajenos, alguien que es indispensable, en este rubro, la medicina lleva el primer lugar.

Cuando niños, ir al pediatra pudo ser toda una odisea, pero al final, la figura del profesional de la medicina se impuso en la mente de muchos niños como un referente a seguir, muchas películas y series televisivas están basadas en la vida interna de un hospital, o en el desarrollo profesional de figuras (médicas) relevantes para la ciencia médica, médicos que terminan como héroes cuando de salvar vidas se trata o hacer diagnósticos difíciles.

Las primeras ideas fantasiosas del éxito profesional, surge en la infancia, en los modelos exhibidos por la familia, la sociedad y los medios de comunicación, el modelo de la bata blanca y el bisturí, surgen como el paraíso a conquistar, por eso, todos los años se repite la misma historia, facultades con espacios vacíos y facultades con espacios saturados, las facultades de medicina y odontología, siempre saturadas, las facultades de ciencias físico matemáticas con una oferta educativa poco atractiva para los jóvenes egresados de bachillerato.

Gracias a este fenómeno de idealización del éxito profesional, año con año se repite la misma historia: el fenómeno del embudo donde muchos estudiantes y padres de familia intentan ocupar un espacio en las aulas de la facultad de medicina, muchos apasionados, pero con poco talento, otros muy talentosos pero desafortunados en el tema del apoyo familiar por diversos temas, entre ellos, el económico.

La sed de aprender se demuestra en el aprovechamiento.