MICIUDAD.MX / En los gobiernos federales, estatales y municipales, los que llegan piensan que son mucho más inteligentes que los que se van, piensan que ellos sí resolverán los rezagos y los problemas añejos de la administración pública.

El que llega, mira con lujo de detalle los procesos y las vías de solución de los problemas, sin embargo, en los primeros 100 días de ser gobierno, de tener la responsabilidad, de estar al otro la de la mesa, se da cuenta de dos cosas: que es humano y que la varita mágica no existe.

El que se va, ya no siente los duro sino lo tupido. Sus últimos días de mandato se convierten en un calvario, reclamos del personal de confianza que quieren ser sindicalizados, reclamo de los proveedores que quieren ver liquidada su cuenta, reclamos de los ciudadanos con obras inconclusas, reclamos de los prestadores de servicios subrogados que sienten la orfandad en su bolsillo, reclamos de la gente del primer círculo por la incertidumbre laboral, reclamo de la familia por las jornadas laborales maratónicas y, al final, el moño que adorna su trabajo con la frase lapidaria de que fueron muy tontos, por decir lo menos.

La inexperiencia de los que llegan se vuelve temeraria y arrogante, piensan que son ungidos con el aceite del saber mágico, se imaginan que llegaron justo a tiempo para salvar a la población de los tontos, que por suerte ya se van. Lo que no piensan, es que dentro de mil noventa y cinco días, es decir, dentro de tres años a lo sumo, ellos estarán tatuados con la misma pintura con la que mancharon a los que se fueron, y la frase impresa por el colectivo social y por los que los relevarán será la misma que ellos usaron, “son tontos”, por decir lo menos. Humildad, madurez y prudencia, más que sabiduría, es lo indispensable para los que llegan, los procesos ya están explorados, las ocurrencias solo entorpecerán la misión y visión de un gobierno cuyo único objetivo es servir al pueblo que se debe.

Con el tiempo, la evaluación social aclara que los que se fueron no eran tan tontos y los que llegaron no fueron tan vivos. En las transiciones, el que la paga es el usuario de los servicios públicos de un gobierno con servidores públicos “vivos”.

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