Por David Uriarte /

Los gobernantes o líderes de un país, terminan siendo juzgados por sus actos más que por sus dichos, si bien es cierto que fue Heinrich Himmler quien organizó y administró el genocidio conocido como el holocausto en 1941, fue Adolf Hitler quien incentivó y aprobó la horrible matanza, líderes con una mente enferma, convencidos por su propia enfermedad que eras lo mejor que podían hacer.

Las atrocidades del presidente ruso Vladímir Putin llevaron a la Corte Penal Internacional a emitir una orden de arresto en su contra el año pasado, el conflicto Rusia-Ucrania ha costado miles de víctimas, amenazas de armas nucleares y una zozobra por la paz mundial, todo por un gobernante cuya mente se resiste a la empatía y el respeto por las vidas ajenas.

La guerra entre Israel y Palestina se sustenta en pensamientos históricos donde sus líderes no ceden ni un milímetro en sus posturas radicales y fundamentalistas, niños, mujeres, ancianos, y estructuras estratégicas han sido destruidas como resumen de la enfermedad mental de esos gobernantes.

Hitler, Putin, Isaac Herzog, Mahmud Ridha Abás, Alemania, Rusia, Israel, y Palestina, son el mejor ejemplo del sufrimiento mundial derivado de la salud mental de sus líderes políticos, si enfocamos el lente a Cuba o Venezuela, las cosas no son tan distintas, un pueblo con hambre y sed de justicia y sus lideres gozando de las mejores prebendas o prerrogativas que su mismo sistema les proporciona.

En tiempos electorales, la población recibe promesas y dádivas de los candidatos, una guerra encarnizada entre ellos, y al final; más de lo mismo, llegando al poder, se les activa la mente en modo enfermo, obsesionados por servir a su clan o dinastía política, abandonando el concepto universal de ganar-ganar.

Qué bueno vivir en un país donde aún no hay guerra o amenaza de ella, lo no tan bueno es vivir en un país amordazado, donde las miras tengan que ver con el pasado y no con el futuro, con el resentimiento y no con la alegría, con la mediocridad y no con el éxito, con el conformismo y no la inquietud del desarrollo humano, con promover la pasividad y no la actividad, con el dogma de la pobreza como religión y no con la búsqueda de bienestar como un estándar de vida legítimo para cualquier ser humano.

La salud mental sigue siendo la condición humana más importante, la salud mental del líder es el destino del pueblo.