Por David Uriarte /       

Una presidenta, 128 senadores, 500 diputados federales, 8 gubernaturas, 1 jefatura de gobierno, 1900 presidencias municipales, y 1098 diputaciones locales, son los 3,636 puestos que se eligieron en las votaciones del 2 de junio del presente año.

El saldo son aproximadamente 7,200 candidatos perdedores, 50,000 empleos temporales, decenas de agencias publicitarias, y otros tantos asesores despedidos, así como cientos de toneladas de publicidad convertidas en basura, sin contar los millones de interacciones en redes sociales.

Parte del saldo es la tranquilidad en los medios electrónicos, digitales, impresos, aéreos, y todas las modalidades que contaminaron la visión, la audición, la percepción, y hasta el sueño en algunos casos.

Un saldo funesto fueron las muertes de una treintena de candidatos o personas muy ligadas al proceso electoral, otras tantas presionadas para renunciar de manera “espontánea”, y otras tantas que prefirieron “enfermarse” o ausentarse para evadir cualquier evidencia en el proceso electoral, el miedo cobró su cuota también.

Así como hay saldos negativos para unos, también hay saldos positivos para otros, mientras unos hipotecaron su seguridad o estabilidad laboral y económica, otros ni siquiera necesitaron hacer campaña y hoy aparecen en los primeros lugares que tenían apartados por la vía del regalo plurinominal, ese sí que es un buen regalo.

Hay un saldo del que poco se habla, el saldo de la salud física, mental y familiar, muchos, sobre todo los perdedores, están siendo diagnosticados con crisis hipertensivas, enfermedades metabólicas como la diabetes tipo dos, otros con ansiedad, depresión e insomnio, y otros entraron en una dinámica de familia y de pareja catastrófica a tal grado que están en el proceso de disolución del vínculo matrimonial con las consecuentes secuelas para los hijos y la economía.

El saldo de las campañas no solo son las desilusiones, las traiciones, frustraciones, deudas económicas, rupturas de amistades, incluso fracturas familiares por las obsesiones políticas que al final solo dejan conflictos duros de superar.

Tampoco hay que desconocer o minimizar el saldo glorioso del triunfo, muchos ya repartieron los puestos a sus amigos o auxiliares leales que sacrificaron tiempo, dinero y esfuerzo para consolidar el triunfo, las delicias del poder también forman parte del saldo de campañas.