Por David Uriarte /
Sinaloa representa el 2.5% del padrón nacional de electores y el municipio de Navolato el 0.2%, sin embargo, las luchas intestinas por el poder político en el otrora municipio cañero están en su esplendor.
Si bien, es cierto que Navolato es la puerta de entrada a gran parte del valle agrícola y a sus maravillosas playas consideradas el mejor destino turístico después del puerto de Mazatlán, también es cierto que su cercanía con la capital lo ponen como un municipio privilegiado en muchos sentidos.
Desde 1984, los trece presidentes municipales de Navolato han dejado huella, marca y cicatriz; prácticamente todos los partidos han desfilado por la silla presidencial del municipio, todo indica que esa silla tiene la potencialidad de recibir o hacer diputados locales o federales ¿será por eso que es muy codiciada?
La colindancia vecinal de Culiacán y Navolato hacen un corredor de productos y servicios óptimo para el crecimiento económico de la zona conurbada, mientras la cercanía de Navolato con la capital de da un ‘plus’, al mismo tiempo lo condena a convertirse en el patio de recreo de la famosa “Ciudad Capital”.
En estos momentos están trabajando todas las fuerzas políticas concurrentes para promover las figuras de presidente municipal, diputado local y diputado federal en la proporción que les corresponde.
Los que están, quieren perpetuarse en el poder de alguna manera, y los que no están, quieren llegar a como dé lugar. Esto desgasta a las estructuras partidistas y promueve los liderazgos naturales, los acuerdos no siempre se cumplen y las promesas menos…
Por eso, los que siempre han trabajado por el bien de la comunidad navolatense, ya no creen en las estructuras y liderazgos formales, tienen un pie en el partido –cualquiera que este sea–, y otro pie en la libre, listos para emanciparse de la disciplina partidista que en algún momento los ha traicionado.
No es cierto que los ‘viejones’ deciden el rumbo político en Navolato, tampoco es cierto que los poderes fácticos tienen el interés y la dimensión que los mitos sociales construyen y venden. La verdad es que el municipio joven de Sinaloa es “pueblo chico” pero puede convertirse en “infierno grande”.