Por David Uriarte /
Gran parte de las personas con conducta sociopática, son producto de embarazos no planeados, no deseados, a veces no queridos y seguramente deficientes o prófugos del ácido fólico, una vitamina del complejo B, el ácido fólico es la vitamina B9.
Hoy se sabe de la gran importancia del ácido fólico en las mujeres gestantes, desde antes del embarazo, la mujer debe preparar sus reservas de vitamina B9, para recibir un producto de la concepción en condiciones óptimas para su crecimiento y desarrollo intrauterino, la vitamina B9 es indispensable para el neurodesarrollo, un neurodesarrollo sano significa un cerebro sano y funcional y una médula espinal óptima para la neuromotricidad del producto.
Muchas mujeres empiezan a utilizar el ácido fólico a los dos o tres meses de estar embarazadas, hay que recordar que la organogénesis se produce en las primeras ocho semanas de gestación, la embriogénesis es la etapa más importante, el sistema cardiovascular, el sistema digestivo, respiratorio, y el sistema nervioso central y periférico, se forman en el primer trimestre del embarazo.
Todos los aparatos, órganos y sistemas son importantes, sin duda, el que marcará la diferencia a la hora de la conducta, será el sistema nervioso, específicamente el cerebro.
Un cerebro sano será la diferencia entre una conducta sana o una conducta enferma, los delincuentes no son retrasados mentales, son persona que en su gran mayoría traen carencias de su neurodesarrollo, desde la vida intrauterina hasta la vida extrauterina, son cerebros afectados estructuralmente en la corteza prefrontal, cerebros cuya fisiología es diferente a la del cerebro sano.
El trastorno del control de los impulsos, el trastorno del juicio, las alteraciones de las funciones ejecutivas, las obsesiones, la agresividad y la violencia, son las características de las personas con un cerebro enfermo desde su vida intrauterina, todo esto en gran medida por la carencia de ácido fólico, esto se presenta generalmente en los embarazos no planeados o no deseados.
La agresividad y la violencia, cuando se mezclan con un trastorno del juicio, pueden desembocar en impulsos incontrolables, donde el respeto a la vida no existe y el crimen se convierte en parte del trabajo de estas personas.
Para ser delincuente no se necesitan pistolas o cuchillos, se necesita un cerebro prófugo del ácido fólico.