Por David Uriarte /

El prestigio, la buena fama o la buena opinión, se forman en la colectividad, es decir, es la sociedad la que califica el desempeño, en este caso del profesional de la medicina.

El desempeño profesional de la medicina es aplaudido y galardonado cuando se tratan enfermedades cuya letalidad es muy alta. Sin embargo, hay un efecto paradójico si las cosas salen bien y los pacientes sobreviven a la terrible enfermedad, las creencias religiosas o espirituales se sobreponen al desempeño profesional. Si es diferente, y el desenlace es fatal, entonces aparece el juicio incendiario que cuestiona juramentos, ética y moral del médico.

No se puede juzgar un libro por su portada, como tampoco se puede juzgar el prestigio inherente a la profesión médica por eventos cuya naturaleza son irremediables, por otra parte, la diferencia en el modelo de atención médica del sector público y el sector privado, tiene marcadas diferencias en la forma, no en el fondo, es decir, las normas, guías y procedimientos clínicos, de diagnóstico y tratamiento, son internacionalmente las mismas, lo que cambia son los recursos de infraestructura y equipamiento, no el conocimiento.

La Presidencia de la República reconoció el trabajo de médicos y enfermeras cuyo desempeño prestigia a las instituciones de salud pública, nada más hay que recordar que la salud pública es tema obligado del Gobierno, y las empresas que se dedican a la salud privada son un negocio.

Cuando el prestigio del sector médico llega por cualquier vía, no importa, pero cuando el desprestigio llega inducido por interés perverso, envidias o competencias desleales, entonces estamos frente a dos posibles condiciones: ignorancia o dolo.

Es posible que la ignorancia provoque en ciertas personas, la idea de un servicio médico privado gratis, pero es más probable que exista dolo o intención de dañar la imagen de un hospital privado, y de paso, manchar el prestigio de algún profesional de la medicina.

También es cierto, como en cualquier profesión, que pueden existir mercenarios de la medicina. El juicio social es más intenso que el juicio jurídico, y el prestigio de la medicina todos los días está a prueba.