Por David Uriarte /
En países democráticos, aun con sus imperfecciones operativas para encontrar los equilibrios entre la mayoría y las minorías representativas, las preocupaciones de los gobernantes tienen un efecto embudo, es decir, son muchas, pero se van reduciendo en su esencia política y administrativa.
La parte política ideológica es la matriz del discurso, conseguir y conservar adeptos o creyentes de los movimientos es lo principal, es la carnita o la proteína del caldo del poder, sin mayoría no hay nada en las expectativas partidistas.
La parte operativa de cualquier gobierno se hace con recursos, es el dinero lo que mantiene en función un aeropuerto, los baches en una pista son impensables, la misma suerte debieran correr las carreteras, el mantenimiento es fundamental para todo tipo de vehículos, especialmente el transporte de carga terrestre, la forma de alimentar una comunidad es a través de las mercancías básicas que generalmente llegan vía terrestre.
Los servicios y las obras públicas requieren de recursos para su construcción, su operación y su mantenimiento preventivo y correctivo, en todas las obras, llámense carreteras, puertos, aeropuertos, energía eléctrica, drenaje pluvial o sanitario, agua potable, plantas tratadoras de aguas negras, canales de riego, para toda la infraestructura se requiere dinero.
Cuando se revisan los presupuestos gubernamentales, hay rubros de mayor cuantía como los de las fuerzas armadas, todo lo relativo con la seguridad y la soberanía requiere de mucho dinero, los equipos y la tecnología para la inteligencia militar requieren de mano de obra súper-especializada, eso cuesta, y cuesta mucho.
En lo relativo a los derechos humanos, derechos a la vida, la seguridad, la salud, la educación, y una vida digna derivada del bienestar físico, emocional, y económico, todo esto se ‘medio logra’ con recursos públicos, producto del dinero de quienes tributan a través de los impuestos.
Se puede inferir que la preocupación de cualquier gobernante es precisamente la fuente del bienestar social, la fuente de los recursos económicos, un recurso cuya administración requiere prudencia y distribución justa, privilegiar programas con fines partidistas, es como jalar la cobija para tapar una parte del cuerpo y destapar otra, todos los programas son importantes, pero el grado de importancia y su prioridad siempre lo determina el gobernante.