Por David Uriarte /
La frase “él me hace enojar”, se escucha con frecuencia casi en todos los ámbitos y en muchas personas. Desde la ciencia se sabe que nadie tiene el poder para hacer enojar a alguien, es la persona la que reacciona con enojo, asume actitudes violentas, agresivas, impulsivas… o bien, actúa con serenidad, y a veces con indiferencia.
El número de mujeres anorgasmias representa una proporción importante en la prevalencia de disfunciones de la vida erótica en el mundo. Mujeres que teniendo todo para disfrutar de la sensación subjetiva de placer sexual, se quedan en el camino acumulando frustración y malestar con ellas mismas y eventualmente con la pareja.
Creer que la pareja es la que da orgasmo es el primer eslabón de la cadena del desastre, romper este y otros paradigmas es la clave para resignificar la vida erótica, hoy se sabe que muchas mujeres biológica y hormonalmente sanas padecen esta disfunción y experimentan una sensación de minusvalía en la vida de pareja.
La explicación neurocientífica de la disfunción orgásmica femenina empieza y termina en el cerebro, específicamente en el hipotálamo, estructura del cerebro primitivo que rodea al mesencéfalo y se encarga de activar la liberación de la energía sexual llamada orgasmo. En estos casos, el aprendizaje es la magia que inhibe o detona la energía sexual; hay mujeres cuyo condicionamiento cultural las mantienen en una niñez permanente, es decir, pueden tener 30 ó 50 años de edad, pero conservan un erotismo de niña derivado de una intimidad ausente.
Es la intimidad el refugio de la experiencia autoerótica, es la matriz donde se cinceló la raíz del permiso para sentir y disfrutar, si no crece la intimidad, no crece el erotismo, y sin erotismo sano, no hay placer.
Así como nadie hace enojar a otro, nadie le da orgasmo a otra persona, es el cerebro de cada quien el que construye el coraje, la alegría, el orgasmo o la frustración, todo bajo el condicionamiento del aprendizaje… se aprende a ser feliz, se aprende a ser corajudo o impulsivo, y también se aprende a darse permiso para disfrutar de la liberación súbita de la energía sexual que se llama orgasmo.
No esperes de los demás; espera de ti, es el primer mandamiento para alcanzar el orgasmo.