Por David Uriarte /
Las palabras aisladas no dicen nada, cuando se juntan o asocian los significados brotan según la experiencia o expectativa individual.
Para muchos, la palabra “políticos” produce escozor o repulsión; para otros, euforia… y para muchísimas personas, nada.
Los políticos son instrumentos en su gran mayoría, al servicio del pueblo a través de la administración pública, o producto de la democracia representativa en el tablero del parlamento.
No todos los servidores públicos tienen vocación partidista, muchos están en la administración publica por su capacidad técnica, llegaron vía recomendación o son prerrogativa del gremio sindical. El político como tal trae por defecto la vocación de servicio, lo que no siempre trae es la inteligencia emocional.
Un político puede ser muy inteligente en ciertas áreas como la contabilidad, la administración, las leyes…. puede ser un gran técnico, pero si no tiene inteligencia emocional, su paso por la política estará marcado por desencuentros un día sí, y otro también.
Una cosa es tener la razón y otra distinta es descalificar a quien no la tiene, enfrentarse en una lucha estéril, irritarse o descalificar a quienes piensan diferente. Mentes brillantes han quedado en el camino de la política gracias a la ausencia de la inteligencia emocional, aunque puedan incluso calificar para premios nobeles.
La empatía afectiva es el aire que da vida a las relaciones humanas exitosas; los que se dedican a la política partidista, sindical, legislativa o pública, tienen en la empatía afectiva su fecha de caducidad.
El marketing político no es producto de la construcción de una marca, es el resultado de quien logra entender la empatía afectiva como un puente entre lo que piensan y necesitan los demás, y lo que piensa y necesita él.
Convencer a los demás implica venderles la idea de dos cosas: que los entiendes, y que harás todo lo posible por ayudarlos.
Así, se construye la esperanza en la mente del pueblo necesitado y carente de lo básico como la alimentación, el techo y el vestido.
La inteligencia política no se deriva de maestrías o doctorados en el extranjero o en las universidades de prestigio… la inteligencia política se soporta en una empatía emocional que produce flexibilidad, prudencia, y respeto a la diferencia sin claudicar a los principios básicos de la identidad.
¿Qué es la inteligencia política? Un resplandor intenso, o luz tenue que perdura en el tiempo.