Por David Uriarte /
Son muchos los aludidos cuando la información se socializa, el derecho a conocer de los hechos o el estado de cosas es eso; el derecho a la información.
Las agresiones físicas o psicológicas es el reducto contaminado y peligroso de aquellos cuyo oficio o profesión es informar, investigar, opinar o describir la realidad.
El tema de la información involucra a los protagonistas, los afectados cuando existen, el gobierno cuando cumple con los protocolos de seguridad pública y protección civil, en medio de los hechos, dichos, actitudes o prácticas que generan información, están los periodistas y la sociedad.
Las plataformas informativas, cualquiera que sea, tienen un sólo objetivo: informar. La estadística reporta un agravio al mensajero y la impunidad al dueño del mensaje, prensa, radio, televisión, plataformas digitales y redes sociales, informan al instante lo que está pasando.
Lo esperado es una sinergia entre los que informan y los encargados de la seguridad pública cuando se trata de hechos que involucran violencia o delincuencia organizada, sin embargo, al riesgo propio de la actividad informativa en el lugar de los hechos, eventualmente se suma el riesgo de ser agredido por las fuerzas del supuesto orden público.
Desde el punto de vista psicológico, la historia de las agresiones en contra de los periodistas por parte de los policías o personal de seguridad quienes se sienten empoderados por el uniforme, el arma y la impunidad de sus acciones, revela un trastorno mental en estos servidores públicos.
Los trastornos disruptivos del control de los impulsos y de la conducta, incluyen problemas de autocontrol del comportamiento y las emociones.
El trastorno del control de los impulsos es un trastorno mental descrito en la literatura especializada en la salud mental, específicamente en el Manuel Diagnóstico y estadístico de los Trastornos Mentales, la Biblia de los especialistas en la salud mental.
La evaluación psicológica y de la personalidad, es un requisito indispensable en aquellos que buscan pertenecer a las fuerzas policíacas, controlar las emociones y los impulsos es requisito indispensable para quién porta un arma de fuego, más cuando su remuneración depende del erario.
El tema de la salud mental de los encargados de la seguridad pública es más serio de lo que parece.
El periodista no debe estar en la mira del policía.