Por David Uriarte /
En todas las áreas de la vida, política, sentimental, de negocios, laboral, educativa, profesional, o empresarial; creer que los demás son adivinos, es el principio del sufrimiento, la frustración, el coraje, resentimiento, tristeza, o decepción.
Incluso, a pesar de que los demás sepan o conozcan de la necesidad de otro, no significa que piensen igual, mucho menos que la necesidad tenga el mismo significado o representación.
Hay personas que cargan por la vida una serie de resentimientos contra otros por el simple hecho de ser su familiar, conocido, amigo, o compañero de trabajo, y no haber reaccionado como ellos esperaban o querían, es decir, muchas personas siguen pensando que los demás son adivinos o sienten y piensan como ellos, de ahí, la frustración ante la falta de cumplimiento de sus expectativas.
“Si él ya sabía que era mi cumpleaños”, “si el ya sabía que yo estaba enfermo”, “si él ya sabía que yo necesitaba dinero”; “si él ya sabe cómo me pongo”, “si él ya sabe que para mí eso es importante”, “si él ya sabe lo que yo esperaba”; “si él ya sabe que eso no me gusta”, “si él sabe que yo lo quiero mucho” … En fin, ese es el discurso de aquel que busca culpables para justificar sus males y frustraciones cuando en él se encuentra la solución: no esperes de los demás, espera de ti.
Hay algo que se llama acuerdo, no es lo mismo romper o incumplir un acuerdo, que esperar que los demás sean adivinos. Las necesidades de cada persona dependen de sus vacíos, incluyendo la necesidad de comer que depende del vacío del estómago; hay quienes necesitan que los saluden, que los tomen en cuenta, que los demás tengan el mismo significado de las cosas que ellos.
Mientras la persona busque en los demás su felicidad, jamás llenaran el vacío existencial que arrastran en la vida. Una cosa es compartir la vida, la comida, los hijos, los padres, el trabajo, la sexualidad y el erotismo… Y otra cosa, es creer o pensar que otros son los responsables de ponerle el punto a la ‘i’ de la felicidad personal.
Avisarles o decirles a los demás de las expectativas propias, aligerar la carga del sufrimiento cuando los significados son diferentes, es decir, no hay que esperar que los demás sean adivinos o piensen como uno, hay que esperar de uno mismo y buscar entender que los cerebros de los demás procesan la misma información de manera diferente.
Deje de sufrir, respete las diferencias.