Por David Uriarte /
La pandemia fue más benigna con los médicos que el clima de violencia. Hace días Ali Jasiel, médica adscrita al Hospital No.38 del IMSS en San José del Cabo, perdió la vida de una manera tan cruel que resulta indescriptible, ayer, Otniel Montoya, médico urgenciólogo perdió la vida al estar desempeñando su trabajo en una clínica privada de Culiacán.
Balas asesinas se han encargado de algunas bajas en la comunidad médica, el tema no es el lugar de trabajo, ni la especialidad del médico, el tema se llama inseguridad.
Es precisamente la inseguridad el flagelo responsable del baño de sangre y desgracia que vive México, un día sí y otro también, el pueblo bueno se levanta y se acuesta con noticias amargas.
Primero el recuerdo de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa; semanas previas, jóvenes desaparecidos y calcinados en Jalisco; Ernesto Calderón, joven golpeado brutalmente por siete personas hasta dejarlo inconsciente en la zona de la Estrella de Puebla; después, seis adolescentes asesinados en Zacatecas… y así puede seguir el rosario de noticias tristes para los mexicanos.
Todas las profesiones son nobles en tanto resuelven algo en la sociedad, si después de la vida lo más importante es la salud, entonces la actividad médica juega un papel importantísimo en la vida social.
Los servicios hospitalarios, especialmente los de urgencias quirúrgicas, representan un riesgo para el personal médico, no por la complejidad de los casos sino por el origen de los mismos, no es igual recibir un paciente grave por un traumatismo craneoencefálico derivado de un accidente automovilístico, que recibir un herido de bala.
Las actividades delictivas tienen un catalogo amplio donde se incluye el homicidio doloso, quitarle la vida a otra persona es a veces el objetivo, y una forma de hacerlo es a través de las armas de fuego, hasta aquí, la novela se entiende fácil… donde no se entiende es cuando los daños colaterales incluyen inocentes cuya función es precisamente salvar la vida de los lesionados.
El gremio médico enfrenta dos condiciones inherentes a su desempeño profesional, por un lado, la complejidad de trabajar con seres humanos, más cuando se trata de casos que requieren cuidados intensivos, por otra parte, la indefensión aprendida.
El gremio médico aprendió a vivir en la zozobra, consciente del grado de inseguridad al que está expuesto todos los días.