Por David Uriarte /
Otra vez calles solas, otra vez redes sociales inundadas con mensajes de miedo, otra vez a bajar los cristales de los vehículos, otra vez el sonido de helicópteros, otra vez el sonido de las ambulancias, otra vez llenos los servicios de urgencias hospitalarias, otra vez alumnos corriendo para salvarse de una bala perdida, otra vez sicarios abatidos, otra vez inocentes heridos, otra vez el discurso de los daños colaterales, otra vez un niño herido por proyectil de arma de fuego, otra vez irrumpe la violencia, otra vez el miedo y el coraje social.
Lo que parecía una tregua, una disminución de los hechos delictivos, una esperanza de regresar a la normalidad, entendiendo por normalidad la vida civilizada y respetuosos entre personas, lo que parecía un adiós a la ola de violencia, se desvaneció con los hechos delictivos el día de ayer.
La siembra de elementos de seguridad federal, más la presencia de las policías locales, parecen ser insuficientes ante la fuerza o atrevimiento de las bandas criminales, parece que se reproducen, cientos de criminales abatidos, cientos de desaparecidos, cientos de vehículos confiscados, cientos de armas y miles de cartuchos o municiones incluyendo artefactos explosivos, decenas de vehículos blindados, equipo táctico y de comunicación, en fin, parece una batalla donde entre más se dañan más se reproducen.
Si la realidad se traslada a las familias de fallecidos, desaparecidos y lesionados, la sumatoria seria de miles de personas sufriendo por la ausencia o la pérdida irreparable de un ser querido, esta realidad también se debe trasladar a las familias de los soldados y policías abatidos y lesionados, ellos también tienen familia, unos a cientos o miles de kilómetros de distancia del lugar donde perdieron la vida o fueron lesionados, otros tienen sus familias en la localidad, de cualquier manera, perder la vida es perder lo más preciado del humano.
Otra vez la incertidumbre de la seguridad personal y familiar vulnerada por los grupos criminales, lo que pasó el día de ayer es como evitar la cicatrización del tejido social, cuando la confianza empezaba a circular por la ciudad, prueba de ello fue la gran afluencia peatonal y vehicular en los días relativos al Amor y la Amistad, la reactivación de la industria restaurantera, fue muestra de ello, pero otra vez el miedo, la ansiedad y la taquicardia sacaron de circulación a muchas personas.
Otra vez lo mismo.