Por David Uriarte /
Aunque parece nombre de película, el olor a miedo se respira donde hay riesgo, donde la historia ha escrito capítulos de terror, donde las escenas más que repugnantes, son indescriptibles para una mente sana. El olor a miedo se respira en una regresión a la barbarie, donde el concepto de “ojo por ojo y diente por diente” cobra vigencia.
De cualquier manera, si se describen los hechos, o se exagera la nota, el fondo es el mismo, agresiones y violencia entre grupos criminales; estrictamente hablando, estos ajustes de cuentas, tienen su origen que la sociedad intuye, pero realmente desconoce… El olor a miedo surge de la putrefacción conductual de los criminales, aquellas conductas que terminan con la vida de inocentes, y la tranquilidad de sus familiares y vecinos.
Aunque los hechos estén focalizados, la estela de horror derrama ponchallantas y el líquido de la incertidumbre del punto A al punto B, las referencias son los cuatro puntos cardinales; la vigilia es permanente en las cámaras de videovigilancia, los sentidos están agudos, más el auditivo que sabe discriminar entre los cohetones y las ráfagas de las armas de alto poder.
Aunque las condiciones estén dadas para asistir a las escuelas o a las fuentes de trabajo, los padres de familia, los maestros, y los trabajadores en general, traen en sus fosas nasales el olor a miedo, la percepción social diverge de cualquier información que sugiera confianza, paz, y tranquilidad en la ciudad y sus alrededores.
La sociedad no se puede paralizar, una cosa es tener miedo y otra cosa es encerrarse como en los tiempos de pandemia, el virus enfermó y mató a muchos, hoy el miedo a la intoxicación por plomo es la fuente del olor a miedo.
En un ejercicio honesto de conciencia, donde la respuesta sólo quede en el pensamiento de cada quien, preguntemos ¿En tu barrio, hay indicios de personas cuyo trabajo sea ilícito? O ¿En tu familia, o en la familia de tu pareja, hay quienes tengan actividades ilícitas?
La pregunta aplica para todos, desde aquellos que pudieran pertenecer a la cúspide de la pirámide, o aquellos que pueden estar en la base de la misma.
Hay muchos miedos, los principales son: miedo a perder la vida, miedo a perder la salud, y miedo a perder la libertad.
Panteones, hospitales, y cárceles, son los reductos finales donde nadie quiere estar, de alguna manera, el olor a miedo es un mecanismo de defensa de los humanos.