Violencia doméstica, estrés, culpa, sobrepeso, desgano, depresión, angustia, ansiedad, frustración, etc., son algunos signos y síntomas presentes en una gran mayoría de mujeres que son o han sido vulneradas por el afecto de un hombre; somos las mal llamadas sexo débil quienes hemos sido víctimas de la cultura e ideología patriarcal, machista e ignorante que desconoce la grandeza que existe en la mujer, lo cual no quiere decir que en el hombre no exista grandeza, como todo ser humano la posee. Sin embargo, me enfoco aquí en nosotras las mujeres porque solemos olvidarlo o ignorarlo con mayor facilidad, y ocurre muy a menudo cuando alguna de nosotras se llega a encontrar inmersa en una relación de matrimonio, noviazgo o incluso con un amante cuyos afectos se vuelven tóxicos en tanto no sabe expresarlos correctamente o no quiere.
Hay hombres que se casan con la expectativa de una mujer ideal creyendo que esta persona cumplirá con todos los requisitos que le harán feliz y le garantizarán una buena vida, sin embargo, la expectativa dista mucho de lo que en realidad es una mujer y por eso surgen los problemas.
Los afectos a los que un hombre puede ser susceptible son los mismos que cualquier persona experimenta: amor, cariño, tristeza, alegría, odio, frustración por mencionar solo algunos, sin embargo, el peso cultural, educativo y la herencia generacional que hereda el hombre juega un papel importante a la hora de expresarlos o de darles salida; la desigualdad de género se hace presente dentro de este contexto cuando por un lado está un hombre que nunca ha aprendido a expresar emociones, sentimientos y afectos de manera sana, y por otro esta una mujer capaz de aguantar este torrente de emociones y comportamientos disfuncionales como las agresiones verbales, las agresiones físicas, restricciones económicas y otro tipo de limitantes en cuanto a las personas con las que se relaciona, la forma en que viste, los lugares que visita, el uso de las redes sociales, etc., típicas en cuadros de celotipia. Todo lo anterior con muy posibles efectos en la salud mental de la mujer.
Ninguna fémina nace siendo depresiva, ansiosa, pesimista, estresada, etc., si bien hay factores genéticos que nos pueden predisponer a presentar ciertas enfermedades o condiciones físicas o psicológicas es el ambiente o contexto en el que vive el ser humano en cualquier etapa de su vida lo que juega un papel determinante en la presencia o ausencia de dicha enfermedad o condición; y esto lo ha venido a demostrar la epigenética conductual, una disciplina que se dedica a estudiar como el ambiente influye en la manera en la que se expresan ciertos genes contenidos en nuestro ADN. Entiéndase por ambiente: las personas que nos rodean, el tipo de relaciones que mantenemos con ellas, lo que escuchamos constantemente, lo que nos dicen y decimos a diario, las conductas que aprendemos, el alimento físico (la dieta y nutrición) y el alimento emocional (pensamientos, creencias, ideas, etc.), en general las experiencias que vivimos.
Entonces resulta que la palabra clave aquí es ambiente; para la mujer que está en una relación de pareja y se siente vulnerada es preciso reflexionar sobre el ambiente (mental, físico y emocional) en el que está viviendo a fin de que comprenda su sufrimiento y pueda decidir qué hacer con él. Mientras que a la mujer que es madre y está criando hijos varones también le es necesario cuestionarse si la educación emocional que le está brindando al niño le servirá para ser una persona sana, feliz y con capacidad de expresar adecuadamente sus afectos. Es tarea de todos preocuparnos, pero sobre todo ocuparnos de aprender a gestionar algo tan básico e innato en el ser humano como lo son emociones y afectos ya que de estas depende nuestra experiencia de vida y la de nuestra descendencia, como lo ha demostrado ya la epigenética.