Por David Uriarte /
La mente tiene espacio para albergar ideas blancas y negras, el espectro de pensamientos y creencias, mantiene un tono de grises abundante, los pensamientos extremos pertenecen a estratos reducidos. Aquellos de pensamientos blancos, las personas idealistas con un toque de ingenuidad, con creencias abultadas en el tema de la bondad, con espíritu samaritano, sufren al enfrentarse a una realidad lacerante, incluso son víctimas de las mentes criminales.
Las mentes criminales, aquellas con un estrato biológico donde la corteza prefrontal está descompuesta, o aquellas mentes cuyos aprendizajes se derivan de conductas familiares o subculturales donde el respeto por la vida ajena no existe, son precisamente las que necesita el crimen organizado para operar.
La mente criminal va más allá de resentimientos, odios, corajes, ira, frustraciones, o deudas, la mente criminal se regocija con el dolor y el sufrimiento ajeno, no existe un código de ética o moralidad alguna que actúe como freno o disuada al criminal, no le importa que la víctima sea mujer, que esté embarazada, que sea niño, anciano, joven, o que cruce con cualquier condición humana, simplemente cumple instrucciones y se regocija con ello: esa es la mente criminal.
Hay dos tipos evidentes de homicidios, aquellos donde el objetivo es privar de la vida a la víctima, y aquellos donde el objetivo principal es el sufrimiento de la víctima a través de la tortura y finalmente la muerte, esto significa que la mente criminal tiene sus niveles de maldad.
En estos momentos de crisis por la violencia, la sociedad es testigo de mentes criminales extremas, mentes que se atreven a descuartizar a sus víctimas, empaquetarlas en una hielera o recipiente, para enviar mensajes a los grupos criminales rivales y de paso dejar en el sufrimiento profundo a los familiares de las víctimas.
Los padres heredaron sus genes y sus costumbres a los hijos, pero hubo un caldo de cultivo que desarrollo esas potencialidades criminales, sólo imaginar la manera de operar de estas mentes retorcidas, produce una animadversión a estos seres que en algún momento fueron niños de pecho, indefensos, con una sonrisa cautivadora, pero con el tiempo migraron y se convirtieron en lo que son: una verdadera monstruosidad.
Las mentes criminales tienen hundidos políticamente a los gobernantes, y en el desconsuelo a miles de familias.