Por David Uriarte /

 

Lo menos que puede sentir un mandatario de cualquier orden de gobierno es desespero cuando las cosas se salen de control, un presidente municipal puede tener presencia social y aceptación a través de las obras públicas, pero cada homicidio, aunque no sea responsable, lo marca de forma negativa, cada robo al comercio sobredimensiona su imagen como mandatario que está fallando en el tema de la seguridad pública.

Lo mismo le pasa a cualquier mandatario estatal, las promesas políticas contrastan con la esperanza social, en tiempos de campaña es fácil prometer y asegurar cosas que en realidad ningún mandatario logrará resolver como el tema de la pobreza, y la inseguridad.

No es lo mismo candidato que gobernador… como candidato la inexperiencia supone fácil desempeño político administrativo, como gobernador, lo primero que se rompe es el encanto por complacer a los gobernados, los intereses de grupos y las necesidades sociales suman dos condiciones difíciles de superar.

Presidentes municipales y gobernadores experimentan dos emociones encontradas en el desempeño de sus encargos: alegría y frustración, alegría cuando ganan la contienda electoral y frustración cuando enfrentan conflictos irreductibles propios de la administración pública.

Si un presidente municipal y un gobernador envejecen de manera natural como cualquier mortal, el proceso de envejecimiento se acelera cuando experimentan presiones inimaginables por los gobernados, si esto les pasa a ellos, la misma suerte corre el presidente de la república.

El poder transforma la manera de pensar, la responsabilidad se convierte en ansiedad anticipada y el estrés compañero de viaje hasta el último día del mandato.

Hipertensión, diabetes, neuro dermatitis y amenaza permanente de infarto, es el precio de gobernar un millón, tres millones, o ciento treinta millones de habitantes, insomnio, irritabilidad, tristeza, desesperanza, y desespero, es el precio de la incertidumbre, de no saber cuántos homicidios, tragedias, balaceras, huelgas, paros, tomas de casetas, obstrucción de carreteras, marchas, protestas, o presiones de todo tipo, será la nota principal del día siguiente.

Los mandatarios le piden el voto a cien por ciento de los electores, votan por ellos la mitad en el mejor de los casos, y la otra mitad los harán envejecer de forma prematura o por lo menos los desesperan.