Por David Uriarte /

El 13 de enero fue declarado por la Organización Mundial de la Salud como el Día de la lucha contra la Depresión.

Las estadísticas revelan cifras interesantes: una de cada cinco personas padece depresión en el mundo; es la enfermedad mental que genera más incapacidades laborales; afecta más a las mujeres que a los hombres; y puede desembocar en ideas delirantes de suicidio o incluso en el suicidio.

Las áreas de la vida que se afectan con la depresión son todas: afecta a la persona y afecta a su entorno, es decir, la depresión postra al que la padece e interfiere su vida de relación familiar, laboral, académica, y social.

Desde la niñez hasta la vejez se puede tener depresión. Hay niños que la padecen y no se les diagnóstica por la forma atípica de su expresión, la depresión es una enfermedad mental que se manifiesta de manera diferente en cada segmento de la población o en cada grupo etario. Mientras los jóvenes la viven de una manera, los adultos de otra y los octogenarios de otra.

Muchos conflictos empañan el diagnóstico temprano y oportuno de la depresión, uno de ellos es la conciencia del problema, y otro, la ignorancia relativa a las enfermedades mentales y su abordaje farmacológico y psicoterapéutico.

A diferencia de otros padecimientos mentales como la esquizofrenia o el autismo, la depresión puede acompañar al enfermo toda la vida, a esto se le llama depresión persistente, esto dificulta diagnóstico y tratamiento, sin embargo, con un diagnóstico oportuno y una intervención exitosa, las personas pueden superar su problema de animo en relativamente pocas semanas.

La neurociencia ha demostrado la efectividad de los tratamientos psicológicos igual o mejor que los tratamientos farmacológicos, hoy se cuenta con recursos terapéuticos poderosos y efectivos que pueden disminuir la prevalencia de la depresión y sus consecuencias en algunas semanas para integrar al enfermo a su vida laboral y de relación.

El esfuerzo de la OMS se reduce a crear conciencia de la enfermedad, buscar apego a los tratamientos y a los vínculos terapéuticos, sin olvidar que la educación y la promoción de la salud es mejor que cualquier tratamiento.