Por David Uriarte

La fiereza en la defensa de las propuestas, la convicción de lo que se dice, el ímpetu del discurso, la seguridad de lo dicho, la agresividad en los señalamientos a otros candidatos, y los cambios de opinión en el proceso electoral que concluye el domingo 6 de junio, fueron las constantes en las campañas para gobernador, presidentes municipales, diputados federales y locales.

Los que hablan no son los títulos ni las finanzas personales o los currículos, los que hablan son personas cuyos ideales incluyen una política social dé certeza y bienestar. Algunas propuestas no solamente no son viables, son una aberración o un disparate por decir lo menos, hubo propuestas innovadoras, viables, sustentables, operables, necesarias, incluso urgentes… Sin embargo, todo eso se desvanece el día de las elecciones, aquellos que aplaudieron o se comprometieron con un candidato; terminan votando por otro, sólo hay que recordar el famosos tsunami de 2018.

Los que saciaron su apetito de protagonismo ya pueden decir que fueron candidatos, algunos tienen conciencia que sólo le hicieron el “caldo gordo” a otros; otros están esperando en la recta final algún ofrecimiento redituable para tirar la toalla y unirse a otro candidato más viable.

Poco a poco se están acomodando los perfiles y las expectativas se fortalecen o se desvanecen, hay un tema importante que subyace el día de las votaciones: los “indecisos”. Realmente los que se definen como indecisos en gran medida lo que no quieren es decir su verdad, están decididos pero no quieren confrontarse con su familia, sus conocidos o con los encuestadores; los indecisos representan el fiel de la balanza, son la bisagra que inclinará la puerta a la apertura o al cierre del triunfo o la derrota.

Tampoco hay que creer al que dice y afirma por quién votará, al ser un voto libre secreto, la libertad es la que impera y es cuando aparece la traición. Los tigres de papel, o sea aquellos o aquellas que hicieron afirmaciones temerarias, distantes en la estadística y distantes de la realidad, la humedad o el fuego de la voluntad popular los pondrá en su lugar, no soportarán el peso de la libertad de los electores.