Por David Uriarte /

Con frecuencia escuchamos la frase, “Los tiempos pasados fueron mejores”… imaginemos comparar el telégrafo con el WhatsApp, los aviones intercontinentales con los aviones de los hermanos Wright; las cirugías cardiacas del siglo pasado con los cateterismos cardiacos actuales, las trepanotomías para extraer tumores cerebrales con las endocirugías de alta especialidad en la actualidad; el sistema de frenado de los automóviles en la actualidad comparado con el sistema de frenado del Ford modelo T en 1908; tal vez, lo mismo dirán las próximas generaciones de lo que hoy son los mejores avances científicos y tecnológicos.

Ese discurso obviamente de los mayores de edad donde siempre están ponderando al pasado, añorando aquellos tiempos de tranquilidad en el campo o el rancho, los tiempos cuando se podía dormir con la puerta abierta para mitigar las altas temperaturas, ejemplos y más ejemplos de lo que para ellos fueron los mejores tiempos.

Esta suerte de comparación del presente con el pasado también aplica para la política, para la sociedad que soporta un gobierno federal o estatal por seis años, o un gobierno local por tres años, escuchamos a los abuelos decir o hablar de las bondades o de las crueldades de los gobiernos del siglo pasado, de la representación mental que para ellos tiene o tenían los políticos, los partidos, los representantes y los gobernantes.

Con el nuevo siglo también llegaron nuevas esperanzas en México: aparecieron los gobiernos de transición, la oposición obtuvo la Presidencia; empezaron a tener presencia como gobierno en algunos estados de la República; por primera vez los congresos locales y federales se pintaron de colores diferentes; la unificación y reunificación de la oposición con liderazgos bien definidos, maduró las conciencias de segmentos de la población que transformó el rumbo político de la nación.

Hay quienes siguen insistiendo que los tiempos pasados fueron mejores, desde la óptica política, la diversidad de ideas en la libertad democrática propia de una República como México, donde la división de poderes debe garantizar la paz, la tranquilidad y la soberanía nacional, deberá ser la mejor opción para una sociedad que solo busca seguridad, salud, educación y fortalecimiento de la economía.

Los tiempos presentes siempre serán mejores si la sociedad vive segura, saludable, educada y con dinero.