Por David Uriarte /

Una cosa es el día de los Santos Inocentes, y otra el día de los Inocentes que no son santos. Mientras el primer caso tiene que ver con la matanza de los niños menores de dos años nacidos en Belén, ordenada por el rey Herodes; el segundo caso se refiere a los inocentes, aquellos sin malicia, mala intención o picardía.

El proceso electoral que culminará en junio de 2021, arrastra en sus turbulentas aguas una serie de especímenes… el caudal de intereses lleva personas de todo tipo: bien intencionados, honestos, desesperados, ingenuos, interesados en el bien común, interesados en su partido, interesados en ellos mismos, en fin, siempre habrá una motivación para justificar la presencia en estas justas políticas.

El tema son los inocentes que no son santos, es decir, aquellos cuya santidad no es lo primero, sino su interés legítimo de participar en un proceso electoral donde tienen todo para perder.

La inocencia romántica puede obstruir la luz de la razón y conducir al aspirante a una derrota anunciada, le meten dinero bueno al malo, gastan lo que a veces no tienen, se endeudan económica y moralmente con aquellos que les creen o piensan igual que ellos; tienen pensamientos muy primarios como aquel que piensa que lo más fácil del mundo es extraer petróleo del subsuelo porque basta introducir un tubo y ya.

Los inocentes brotan como la maleza en tiempos de lluvia, piensan en términos numéricos asumiendo que casi todos tienen las mismas creencias que ellos, multiplican carencias por simpatía; se acuestan imaginando un mundo nuevo y una sociedad en paz a partir de su llegada al gobierno, se levantan a remar contra corriente y se frustran el día de la elección al verse relegados por no decir que no aceptados.

Los inocentes surgen como una alternativa ciudadana, como un político sin partido, o un partidario renegado que busca representar a los inconformes con los partidos y el régimen de gobierno; los inocentes arrastran a más inocentes, al parecer la inocencia no es pandémica.

En las próximas semanas empezaremos a ver el desfile de inocentes, todos con una motivación personal: verse sentados en la silla del poder.