Por David Uriarte /

James Watson, ganador del premio Nobel en 1986 por descubrir la estructura o secuencia del genoma humano, en ese mismo año fue alertado por la policía debido a la conducta temeraria de su hijo, -se subió a una de las torres del entonces World Trade Center y amenazaba con tirarse al vacío, fue rescatado, llevado al hospital donde se le diagnosticó esquizofrenia-.

Los hijos heredan la carga genética de los padres y heredan sus enseñanzas, unos aprenden de una manera y otros de otra, se moldean según las circunstancias, unos con padre ausente y madre dominante; otros con una madre muy trabajadora, con actividades fuera del hogar por muchas horas y en consecuencia ausente… así, cada hijo recibe muestras de afecto que fortalece o disminuye los vínculos con sus padres y termina expresándolos con otras personas.

La calidad de padre está certificada por la conducta de los hijos, aunque a veces parezca injusto, los hijos solo expresan las carencias o las suficiencias de los aprendizajes en el seno familiar.

Los hijos de los reyes, magnates, potentados, o presidentes de los países más prestigiados o desprestigiados del mundo, son la muestra de sus padres, cuando los hijos pisan la alfombra del prestigio, moralidad y el éxito, los padres pueden sentirse orgullosos. Pero cuando los hijos son la antítesis de los dichos de los padres que presumen una verticalidad moral, entonces, no se necesitan palabras, los hechos de los hijos retratan a los padres.

El fin de semana pasado, la nota que le dio vuelta al mundo político fue el quinto informe de gobierno y la fiesta del hijo del Presidente de México, con pocas horas de diferencia, mientras el padre insistía en la austeridad republicana y el combate a la corrupción, su hijo disfrutaba alegremente de su fiesta familiar.

La vida privada de los hijos es eso, vida privada, pero cuando se trata de expresiones contradictorias entre la tesis de un padre cuyas creencias son por lo menos diferentes por no decir opuestas a las creencias de sus hijos, la diferencia hace la nota.

Si un hijo de Carlos Slim hace una fiesta suntuosa, solo sería la congruencia de una familia millonaria, en este caso, la frase que retumba es, -por el bien de todos, primero los pobres-. Los hijos a veces se convierten el dolor de cabeza de sus padres, también pueden ser el orgullo.

A pesar de cualquier evidencia, el respeto a la vida privada debe prevalecer.