Por David Uriarte /

Nada es para siempre, los gobiernos, las religiones, las creencias, los paradigmas, los modelos de intervención, la política, en fin, los ciclos terminan, envejecen, se agotan, se renuevan, pero no pueden permanecer activos o funcionando de la misma manera todo el tiempo.

Incluso, el ciclo de violencia no puede permanecer activo o con la misma intensidad todo el tiempo, el coraje, la sed de venganza, las cuotas por cobrar, la manera de operar, todas las variables que intervienen en el proceso de violencia, en algún momento se agotarán o disminuirán significativamente.

Los insumos necesarios para un brote de violencia son en esencia seis: dinero, vehículos, sicarios, armas, municiones, y los objetivos específicos para dar de baja. Con cualquier parte de la ecuación que falte, el objetivo no se cumple, y la violencia desaparece, es decir, se agota el ciclo perverso de la dualidad: vida-muerte, seguridad-inseguridad, paz-violencia.

El dinero es el combustible que moviliza la conducta delictiva en este caso, el sicario cobra por sus servicios; si hay delincuente, pero no hay dinero, la conducta delictiva prácticamente se extingue; si hay dinero, pero no hay delincuente, pasa lo mismo; si hay dinero y delincuente, pero no hay objetivo que dar de baja, tampoco hay violencia… si hay todo, pero faltan las armas y municiones, imposible lograr el objetivo de los homicidios dolosos.

Ante la ola de violencia que supera los dos meses en Sinaloa, la pregunta es ¿Cuántas personas van a matar? ¿Cuántos sicarios van a detener y cuantos van a morir en los enfrentamientos con sus rivales o con las fuerzas del orden?

La cuenta no puede ser infinita, en un municipio de un millón de habitantes, o un estado de más de tres millones de habitantes, el segmento dedicado a lo ilícito y el segmento dedicado al sicariato, no puede ser tanto que soporte una guerra sangrienta por tiempo indefinido.

Por otra parte, el costo de la operación para enfrentarse unos con otros, es dinero que no sale de una fuente inagotable de riqueza, en algún momento, quien o quienes subsidien, esta guerra, tendrán que tomar una decisión: seguir gastando sus ahorros en los enfrentamientos con sus rivales, o tratar de disfrutarlo en el estilo de vida de los poderosos y millonarios.

Las cárceles, los hospitales, los cementerios, la banca rota, y la tristeza, son los destinos de estos ciclos violentos y sus protagonistas.