Por David Uriarte /

Desde siempre el ejercicio del poder se ha traducido en persecuciones, el que persigue tiene el poder y el perseguido es el indefenso, a veces, muchos indefensos hacen frente al poder y las cosas cambian, incluso se revierten.

Los delincuentes son perseguidos por el brazo de la ley, se establece una relación de fuerzas y el recuento de la lucha termina siendo generalmente un baño de sangre, bajas de ambos lados, y excepcionalmente, delincuentes en prisión.

Los evasores fiscales son perseguidos, algunos sienten injusta la persecución, otros se enfrentan con la ley en la mano logrando evadir o demostrar su inocencia o el abuso del poder.

El evasor puede terminar en la cárcel por no cumplir con sus obligaciones fiscales, cosa que no pasa con ningún empleado de la Secretaría de Hacienda o del Sistema de Administración Tributaria, la persecución casi siempre la gana el que tiene el poder.

El mismo Poder Judicial se tuvo que tragar una sopa de las que cocina, fue perseguido con el látigo del verdadero poder hasta ser doblegado, ministros, magistrados y jueces, sintieron el precio de la persecución sin poder hacer nada después del “pataleo”.

Las persecuciones de los exgobernadores de oposición, tienen dos cajones como destino: el cajón de la cárcel o el cajón de la traición. Por más que se alejen, tarde o temprano llegarán en un vuelo gratis, esposados y directo al reclusorio. O bien, aceptar las condiciones del poder, hacer lo indecible, pagar el precio del desprecio de una parte de la sociedad a cambio de su libertad y fin de la persecución.

Las persecuciones de los ex presidentes municipales corren la misma suerte de los exgobernadores, sienten el rigor del poder, aunque presuman un discurso de constitucionalistas, el poder es el poder.

Las persecuciones impregnadas de revancha son más letales, la incorporación del débil en la arena política cuando es ungido con el poder, termina con el rival de la manera menos pensada en términos de civilidad política, las formas se pierden.

Para descargar la furia contra el padre, lastimar al hijo es la mejor forma, traducido a la política, si quieres cobrar venganza a un expresidente, persigue y encarcela a su más cercano colaborador, tal es el caso de Genaro García Luna, y Luis Videgaray Caso.

Las persecuciones políticas siguen un destino común: cárcel o traición, y aplica para todo y todos.