Por David Uriarte /
Es cierto que los juicios no se ganan con gritos y marchas, pero también es cierto que hay pleitos que, aunque se ganen se pierden. Cuando el ejercicio del poder se mezcla con intenciones de índole político o político-partidistas, el estado de indefensión aparece como consecuencia de la desproporción en la relación estado-sociedad.
El uso excesivo de la fuerza del Estado transforma las instituciones en instrumento al servicio de unos pocos y obliga a los acusados a buscar el abrigo de la justicia federal, eso está pasando en la cara B del conflicto que tiende a la cronicidad entre la UAS y el Gobierno.
Al final de cada jornada que se da en el juzgado, la sociedad recibe más información, se da cuenta de dos cosas: las pruebas duras que exhibe la Universidad y la intención clara del sistema.
Este conflicto se parece mucho al que enfrentan los hijos pequeños con los padres cuando estos no quieren ceder a la razón de los hijos y terminan ejerciendo más que la autoridad, el poder que les da el hecho de ser los proveedores, y la desventaja de los hijos al estar bajo la tutela exclusiva de sus padres.
Poco a poco salen a la luz pública las irregularidades del proceso que tienen que ser corregidas por la justicia federal, esa es una muestra de las intenciones férreas de someter a la Universidad, no está fuera de las posibilidades en el ejercicio del poder, que el Estado se apropie de la institución educativa y se convierta en su administrador, aunque para esto, la sociedad tenga que pagar un precio alto.
La tranquilidad social que se vivió en dos décadas, cuando la Universidad se dedicó a lo propio, a la educación, se rompió hace nueve meses con la publicación de la Ley Estatal de Educación Superior, en ese momento se marcó un antes y un después en la vida de la UAS, hoy se está viviendo el después, el después de querer modificar las condiciones legales con las que funciona la institución educativa.
Una de las caras del conflicto deja en evidencia la lucha de poder entre las intenciones de someter a la UAS y la demostración de la inocencia de la institución educativa, la otra cara, esconde las intenciones de usar el conflicto como un laboratorio experimental para producir un efecto dominó, es decir, tumbando la primera ficha, las demás se caen solas, y las otras fichas son todas las Universidades Públicas del país.
Los conflictos siempre tienen dos o más caras.