Por David Uriarte /

Entre la verdad y la mentira, se pasea la incertidumbre, es decir, nadie puede garantizar nada cuando se habla de agresión y conducta violenta, nadie puede asegurar que el carnaval será una desgracia o un edén.

Las voces apocalípticas mantienen una campaña de miedo, con o sin fundamento, logran asustar a los posibles visitantes a la fiesta tradicional en el puerto de Mazatlán: el Carnaval.

Visitantes potenciales de toda la República Mexicana y extranjeros, mantienen los ojos de la conciencia bien abiertos en búsqueda de signos que les garantice una sola cosa, seguridad e integridad a sus vidas.

La promoción del evento es buena, boletos regalados, conferencias de prensa invitando a propios y extraños, pronunciando un discurso de seguridad, de confianza en los trayectos carreteros al norte, al sur, y al oriente, la seguridad de contar con miles de elementos de las policías locales y federales, apostándole a la sana convivencia y a desterrar el estigma de un estado y una ciudad violenta.

Una tregua entre los grupos del crimen organizado, podría garantizar la tranquilidad del carnaval, los ciudadanos comunes no se caracterizan por ser violentos, menos por ser homicidas, y mucho menos por lastimar a inocentes.

La sombra del miedo carnavalesco es inherente entre los organizadores del carnaval, entre las autoridades municipales y estatales, y entre los asistentes que lo único que buscan es divertirse sanamente.

La clausura de algunos artistas y las supuestas amenazas a otros, mantiene tenso a cualquiera que busque divertirse en estos días, los padres de familia que en otras temporadas dejaban a sus hijos asistir sin más temor que el propio de cualquier evento masivo, hoy mantienen un grado de ansiedad mayúsculo, como se dice coloquialmente -por sí o por no-, hay que cuidarse, y cuidar a todos, especialmente a la familia.

Si las oraciones y buenos deseos pudieran alcanzar para inhibir la delincuencia, podríamos encargar desde hoy tantas como fueran necesarias… Lo cierto es que las sorpresas son lo único impredecible, si todo sale bien sería una grata sorpresa, y si se mancha de sangre sería ‘otra’ sorpresa cuya dimensión ni siquiera hay que imaginar.

Apostarle a la sana diversión es lo menos que se puede hacer, evitar las imprudencias es obligado, guardar la compostura y evitar los conflictos, es la receta para preparar el caldo hidratante del sano regreso a casa.