Por David Uriarte /

“El pueblo bueno” como dice el presidente López Obrador, tendrá que acostumbrarse a muchas cosas en este nuevo régimen político, entre ellas, a conocer de cerca las respuestas emocionales de las mujeres en la política en general y en el proceso electoral en particular.

En los últimos cincuenta años las mujeres han participado en las políticas públicas, y en lo que va de este siglo las cosas han mejorado mucho para ellas, poco a poco y en abonos, la sociedad está pagando la deuda de género en todos los ámbitos.

Antes eran escasos los lugares o escaños para las mujeres en el territorio político, hoy la equidad y la paridad buscan en la formula aritmética acomodar los espacios para ellas y para ellos.

La proporción o la relación hombre-mujer era mucho muy desigual tanto en las boletas electorales como en las sillas de gob1ierno, no se veía la expresión emocional de las mujeres como se puede ver hoy.

El lenguaje, la expresión facial, la gesticulación, la postura corporal y las formas se comportamiento social de las mujeres, tienen asiento diferente en las estructuras cerebrales, así lo refiere la neurocientífica Louann Brizendine, en su libro “El cerebro femenino” de editorial RBA. Los circuitos cerebrales en las mujeres, al no tener cerebro masculinizado por la testosterona fetal, hacen que ellas hablen primero que los hombres y tengan más fluidez no verbal, que reconozcan con facilidad las emociones en los rostros ajenos, incluso, ellas lloran cuatro veces más fácil que los hombres; su respuesta violenta es distinta y el volumen cerebral para la respuesta sexual es menor que en los hombres.

Este coctel neurocerebral femenino, establece una diferencia significativa a la hora de enfrentar los conflictos diarios de la vida, incluyendo los relativos a la política. Por eso el discurso femenino está lleno de precisiones subjetivas cuyo significado le resulta difícil de entender al cerebro masculino.

Las diferencias y frustraciones políticas donde las protagonistas son mujeres, tendrán su arribo desde los registros de las candidaturas hasta la conclusión del proceso electoral el 6 de junio próximo. No se trata de “agallas”, se trata de una misma realidad vista con los ojos de un cerebro femenino; no más.