Por David Uriarte /
Los políticos, banqueros, borrachos, profesores, médicos, y criminales, se parecen entre sí, tienen un lenguaje y un lugar común de reunión, esto significa que los iguales se juntan.
AMLO siempre o casi siempre habla en plural: “nosotros queremos convertir la honestidad”, “para nosotros, quienes mantendremos en alto el ideal y la práctica de la honestidad”; “nosotros sostenemos que no puede haber gobierno rico, con pueblo pobre”; “a los que sembraron lo que ahora nosotros estamos cosechando”. Estas son algunas de las frases de AMLO en su discurso al rendir protesta como presidente.
Hablar en plural cuando la culpa, solución o decisión es personal, tiene implicaciones psicológicas, significa el reparto de la carga emocional que representa la acción o la omisión. Hablar en primera persona es reconocerse a sí mismo como tal, es hacerse responsable de lo que se dice o hace. Hablar en plural es diluir la carga del éxito, pero también del fracaso.
El cerebro se labra con palabras, se alimenta con información sana o enferma, sin embargo, la conciencia de lo que se dice, es la dimensión de la sabiduría. El modelo de pensamiento y expresión del mismo, revela la esencia de la persona, por eso, cuando se escucha lo que se quiere, hay identificación y el lenguaje se convierte en lugar común de los iguales.
A diferencia de AMLO, el lenguaje del presidente municipal de Ahome, Manuel Guillermo Chapman –el famosos “Billy Chapman”—, habla en tercera persona, se despersonaliza, y la despersonalización se presenta en casos como la epilepsia de lóbulo temporal, el trastorno de pánico; el trastorno de estrés agudo, el abuso de sustancias, y algunos tipos de tumores o lesiones cerebrales.
Aprender a escuchar es una función más allá de la capacidad auditiva, tiene que ver con la abstracción, con la capacidad de razonar, con la asociación de palabras, significados y percepción de realidades personales y colectivas, cuyo sesgo se justifica por el origen de la identidad.
Escuchar, es la oportunidad para conocer si alguien vierte amargura, desdicha, miseria, enfermedad, o, todo lo contrario. El aliento del pensamiento sano o enfermo, se identifica en el discurso.