Por David Uriarte /

Aunque se analizan las acciones o cualidades, siempre existe el morbo o inquietud de conocer los nombres de los actores… cómo se llama, cuál es su género, edad, estado civil, origen de sus recursos, escolaridad, amistades, en fin, es una mezcla de cualidades cuyo peso es distinto dependiendo el nombre y sus circunstancias.

La bondad del análisis se inclina más en ciertas personas y la maldad también, mientras a unos les atascan el verduguillo del pasado, a otros les perdonan su historia, es condición humana generada por la percepción individual y colectiva.

Con frecuencia hay un dejo de reclamo cuando el análisis no incluye el nombre. El análisis puede ser descripción exacta de los hechos o de la persona, pero si no incluye el nombre aparece el sentimiento de orfandad, algo falta para entender el análisis: el nombre.

No es lo mismo hablar de boxeadores y sus cualidades, que hablar específicamente de Julio César Chávez, ‘El Canelo’ Álvarez… el nombre termina siendo algo más que identidad, es el rostro de un significado que en política como en todo cuenta, y cuenta mucho.

El sólo hecho de ver una imagen de Donald Trump, Barack Obama, López Obrador, Vicente Fox, Peña Nieto, Fidel Velázquez, o cualquier actor político que ha dejado huella por sus aportaciones políticas –ya sea por enriquecer o empobrecer a sus gobernados– mueve lo más profundo de emociones y sentimientos, invita a fortalecer las convicciones o modificar la percepción que se tiene de ciertos políticos.

En Sinaloa, los nombres de Héctor Melesio Cuén Ojeda, Jesús Valdés Palazuelos, Juan Alfonso Mejía, Rubén Rocha Moya, Gerardo Vargas Landeros, Heriberto Félix, Sergio Torres, Manuel Clouthier, Imelda Castro, Efrén Encinas, Mario Zamora, Carlos Gandarilla, Adolfo Rojo, o Ricardo Madrid, por mencionar sólo algunos de los políticos cuyas aspiraciones políticas son por casi todos conocidas, genera opinión en sentido positivo, negativo, o neutro.

El nombre descansa en el partido político, y los antecedentes en el servicio público, pero la percepción social, valora más el origen de los recursos económicos y la fama pública de la honestidad.