Por David Uriarte /
Lo difícil de ver lo obvio, o como dijera el presidente Trump, el sentido común. Detrás de todos los conflictos políticos, incluyendo la guerra, hay un tema de dinero. Los países con gobiernos de monarquía, teocracia, aristocracia, tiranía, dictadura, comunismo o democracia, todos invariablemente necesitan dinero para subsistir, ellos y la sociedad.
Los bienes y servicios no se dan por generación espontánea, requieren materiales, equipos, mano de obra calificada, mantenimiento y renovación cada cierto tiempo, para todo esto se necesita dinero.
Transitar por las mejores carreteras, utilizar los mejores aeropuertos, puertos marítimos, descansar en los mejores hoteles, abrirle a la llave para utilizar agua, bajarle al inodoro, bañarse con agua fría o caliente, requiere de dinero tanto para la utilización, como para su construcción, los bienes privados y públicos, requieren de dinero para su existencia.
En países con regímenes políticos como México, se requiere de dos cosas para subsistir: trabajo y dinero. Los empresarios en general, y los emprendedores, son personas que producen bienes o proporcionan servicios, casi todos, pagan impuestos, dinero que va directamente a las arcas del gobierno para dos cosas: pagar la burocracia y proporcionar servicios públicos.
Las pensiones de los burócratas jubilados, salen del dinero producto de los impuestos de quienes trabajan en la iniciativa privada. El sentido común indica que hay que cuidar a ‘la gallina de los huevos de oro’, es decir, a los que pagan impuestos, a los que hacen que el gobierno tenga dinero para sus obras y servicios a la sociedad.
Los programas y proyectos sociales, no le cuestan al gobierno, le cuestan a los que tributan, son los impuestos, el dinero que sale de una bolsa para depositarse en otra, para después, dispersarlo en forma de obras o programas sociales.
Es cierto que no todo es el dinero, por más dinero que se le invierte y asigna a las secretarías de la Defensa Nacional, Marina, Fuerza Aérea, la Secretaría de Seguridad Pública y todas las instituciones dedicadas a la seguridad pública y a salvaguardar el territorio y las instalaciones estratégicas, siempre falta algo.
La soberanía cuesta, como cuestan los intentos de asegurar la seguridad pública, todo con dinero de los empresarios y personas que pagan impuestos.
La vida se sostiene con dinero, no con discursos o ideologías, aunque no guste, la lana es la lana.