Por David Uriarte

La euforia y alegría de los políticos jóvenes, aquellos con vocación y sed de servicio, aquellos convencidos de los principios, valores y plataforma ideológica del partido cuya simpatía o militancia los vuelve discípulos o soldados del ejército vencedor en las urnas o vencedor en su mente.

Estos discípulos o soldados de la política partidista, representativa o del gobierno, deben incorporar una serie de ideas, entre ellas dos mutuamente excluyentes: el reconocimiento, o el olvido social.

A principios de este año falleció como han fallecido muchos, un ex-servidor público, un hombre que dedico literalmente su vida al servicio de la sociedad, Luis Fernando Aguiar Santana, una persona que paso los últimos siete años de su vida luchando por conservar la vida, lucha que finalmente perdió.

A veces la motivación por el servicio público genera amnesia temporal, se les olvida dos cosas: que son humanos y que la amnesia social es parte de la historia personal.

No existe obligación o norma que condene si no se le recuerda al servidor público o gobernante, no hay contrato o convenio para tal efecto, sólo hay posturas personales como las que afirman que para eso se les pagó, que devengaron un sueldo y con eso basta, que lo que hicieron es lo que debieron hacer… En fin, mientras unos promueven el olvido con su actitud, el gobierno se concentra en lo inmediato, en lo importante y lo urgente para resolver.

Tal parece que la agenda gubernamental no contempla un rubro de gratitud y reconocimiento a los ex-servidores públicos, independientemente de su estatus laboral.

La pandemia se encargó de hacer una criba de las personas inmunológicamente comprometidas, no fue tan pareja, hoy se habla de aumento de la orfandad mundial, de aumento de personas sobrevivientes con secuelas de todo tipo, la pandemia destapó una parte de las políticas públicas y el verdadero rostro de los gobernantes en materia de memoria burocrática.

No se trata de aplausos inmerecidos, se trata de mostrar gratitud por aquellos que entregaron su vida al servicio público y hoy están recluidos en el domicilio del olvido gubernamental.

Enfermedad y pobreza son los acompañantes de muchos ex-servidores públicos.