MICIUDAD.MX / La cuarta transformación, tan anunciada por Andrés Manuel López Obrador, fue el mejor antídoto contra el veneno del PRI. Es decir, hace años, cuando solo existían dos partidos reales, el PAN y el PRI, los panistas tenían características predecibles: ricos, de la crema religiosa, o anti-priistas, en cambio; en el PRI cabían todos los demás.

Esta composición sui géneris de los partidos, los hacía antagónicos pero complementarios, solo había dos opciones, sin embargo, la hegemonía partidaria atomizó, fracturó, dividió y separó a la militancia al sentirse cansados de esperar una oportunidad que nunca llegaba.

Poco a poco surgieron dos fenómenos: el primero de ellos fue la constitución de nuevos partidos políticos, y el segundo, la emergencia de nuevos liderazgos. Sucedió lo impensable: 10 partidos con registro nacional y más de 20 con registro local. Esa fue una señal que no dimensionaron los liderazgos del PRI y del PAN, y lejos de buscar sus legitimizaciones reales buscaron robustecer el número de leyes, reglamentos e instituciones oficiales, creando secretarías, institutos, direcciones, unidades y todo aquello que por un lado aumenta el gasto público y por otro lado evidencia una cultura de la “tranza” donde hay que ponerle un policía al otro policía, por el nivel de desconfianza.

Hace tres décadas los inconformes se aglutinaron y en 1989 Andrés Manuel López Obrador, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Porfirio Muñoz Ledo fundan el PRD, la esperanza de ese entonces con grandes dividendos políticos en el entonces Distrito Federal y sur de la República.

Después, en el 2011, se deposita la semilla de MORENA, primero como asociación civil y en 2014 como partido político, y arranca la cuarta transformación que tiene contra la pared a todos los partidos políticos. Al PAN no le alcanzaron los rezos y las cuotas patronales, y al PRI le sobraron las “falsas promesas de amor”, como dice la canción de los Tigres del Norte.

La cuarta transformación no es otra cosa que la metamorfosis política derivada del cáncer de la corrupción, la impunidad y la inseguridad, por eso, al PRI y su militancia, lo único que le queda es ir orquestando desde ya la quinta transformación.

Te recomendamos:

La vergüenza de ser “servidor público”

Castañeda y Estrada, los desesperados

La vergüenza de ser “servidor público”