David Uriarte /

Hoy es día de los inocentes, se esperan bromas de todo tipo, la política y los políticos no están exentos de ellas.

Al margen del día de los inocentes, hay muchos más días y mucho más inocentes.

La sociedad en general muestra su inocencia al creer cuentos que jamás se cumplirán, los administradores de las ciudades, las entidades federativas o el país, hacen promesas incumplibles… prometen en campaña, prometen cuando son gobierno, se vuelven unos magos de la promesa y la sociedad se convierte en rehén de las promesas mostrando una vez más su inocencia.

Si la sociedad paga el precio de la inocencia, la clase política también. Hay miembros, simpatizantes o militantes tanto del partido en el poder como de los partidos de oposición, que muestran su inocencia creyéndole a sus líderes, sin embargo, la frustración aparece una y otra vez, hasta que se dan cuenta de los cuentos.

“Gavilán que agarra y suelta no es gavilán”, así reza la analogía para entender a los que llegan al poder y lo comparten… En política el poder no se comparte, sólo se comparte la responsabilidad, el poder se administra calculando la duración del mismo.

Los periodos de gobierno y en consecuencia los períodos de poder, por lo regular son de tres y seis años, tiempo suficiente para depurar la nómina de empleados o servidores públicos y la de proveedores; con esto basta para legitimar la fuerza del poder político.

Las críticas que se desprenden del ejercicio del poder o de los actos de gobierno, son como las alabanzas, llevan dedicatoria de alegría o de tristeza, los que alaban están contentos y los que critican están tristes. Otra vez las emociones cabalgando la realidad social.

En esta dinámica sociopolítica, la inocencia o ingenuidad juega un papel tan importante cuando de manipulación se trata, sólo se pueden manipular las mentes frágiles, aquellas ávidas o necesitadas de consuelo, la necesidad es el recipiente de los abusos del poder político en cualquiera de sus expresiones.

La inocencia política hace creer y seguir creyendo en lo mismo, aunque la historia se repita, siempre existe la frase, -ahora sí-.

Eso es lo que se necesita, hombres y mujeres inocentes, bien intencionados, creyentes de las promesas imposibles de cumplir, pero persistentes… es una fórmula que no falla en cualquier sistema de gobierno, aunque todo tiene un ciclo.

Mientras tanto, a cuidarse de las bromas.