Por David Uriarte /
Michael Stone es un doctor especializado en psiquiatría forense de la Universidad de Columbia, durante muchos años estudio la mente, cerebro y comportamiento de los criminales y elaboró la escala de la maldad.
Este instrumento de medición de maldad parte del nivel 1: aquellos que mataron exclusivamente en legítima defensa, no muestran ningún tipo de tendencia psicopática, hasta el nivel 22: los torturadores extremos y asesinos psicopáticos, en los cuales la tortura es la principal motivación. Sus crímenes involucran tortura sexual prolongada, seguida por el asesinato de sus víctimas.
No hay que confundir el grado de maldad donde las acciones no atentan contra la vida y la integridad física de las personas, pero sí lastiman emocional, social, económica y psicológicamente a la víctima.
Cuando la agresión tiene como objetivo quitarle la vida a otra persona, estamos hablando de un grado de sociopatía evidente, pero cuando la conducta es un patrón dominante de inatención y vulneración de los derechos de los demás, estamos hablando de una personalidad antisocial.
Entre la sociopatía cuyo grado de maldad por mínimo que sea termina con el asesinato, y la personalidad antisocial, se encuentra una sociedad que busca o pone en primer término la seguridad de su vida y sus bienes.
¿Cómo es que la sociedad construye tanto maldito? La maldad de las personas se incuba en las familias, es cierto que existen daños estructurales y funcionales en el cerebro que facilitan la conducta sociopática, pero son los menos.
Es más frecuente la personalidad antisocial, aquella estructura psicológica que parte de una actitud indulgente de los padres culpígenos, padres que piensan que lo mejor para sus hijos es la libertad de sus impulsos…
Padres ausentes en el afecto con los hijos y laxos en la disciplina formadora de ciudadanos de bien, padres cuyo pensamiento los hace constructores de delincuentes juveniles y después unos verdaderos sociópatas que dañan a la familia y a la sociedad.
Mientras los padres confundan sus carencias emocionales con una libertad amorfa y desbordada de sus hijos, seguiremos teniendo una sociedad ensangrentada y temerosa. Hasta la maldad tiene su escala.