La ignorancia sigue ubicada en un importantísimo lugar del pensamiento humano. El conocimiento científico sigue esperando que alguien lo tome en cuenta. La represión sexual vestida de buenas intenciones y cocinada en el seno de parejas cuyos miedos se esconden en una moral restrictiva, construye individuos temerosos de sí mismos.

Uno de los conflictos a los que se enfrentan los homofóbicos (los que tienen miedo de ser homosexuales) es a la normalidad.

Cuando entendemos normalidad como norma a seguir, o como patrón funcional y sinónimo de bueno, la avalancha de críticas no se hace esperar en contra de todo aquello que se sale de la norma y del juicio de bueno.

Cuando entendemos normalidad como norma a seguir, o como patrón funcional y sinónimo de bueno, la avalancha de críticas no se hace esperar en contra de todo aquello que se sale de la norma y del juicio de bueno.

Es cierto que la evolución de las especies generó diversas formas de reproducción. Una de las más destacadas es la sexual, que implica la participación de dos individuos de la misma especie, una hembra y un macho. La existencia de dos sexos se da con la consecuente diferenciación anatómica y fisiológica. La talla corporal y la estructura genital son dos características evidentes de la diferenciación sexual. Sin embargo, existe una diferencia que aunque no es tan evidente, si es importante como las demás: la diferenciación cerebral.

Es precisamente en el cerebro donde se encuentra la diferencia entre una persona con orientación homosexual, bisexual o heterosexual.

Algo que preocupa a muchas personas cuando abordan el tema de la homosexualidad, es lo relativo a la reproducción. La verdad es que los homosexuales al igual que los heterosexuales pueden procrear y contribuir a conservar la especie, la diferencia estriba en su interés. De hecho, existen homosexuales, específicamente hombres que viven una relación de pareja heterosexual, que tienen hijos y socializan como verdaderos heterosexuales, aunque en el fondo de su identidad sean personas que pueden o no tener prácticas homosexuales, pueden o no desear relacionarse con una pareja homosexual, pueden o no estar enamorados o vinculados en el afecto con otro hombre, incluso pueden o no aceptar su orientación y su identidad.

La problemática relativa a la homosexualidad se puede reducir a dos. La no aceptación de la orientación y en consecuencia padecer un estado disfórico de su realidad, o la aceptación de su realidad, pero el rechazo familiar y/o social.

Lo mismo sucede cuando alguien nace con alguna disfunción que no le permite la reproducción o el funcionamiento esperado, como es el caso de una enfermedad del corazón, los riñones o cualquier alteración física o mental. Sin embargo, cuando una persona descubre y socializa su orientación homosexual, se enfrenta a los amigos de la ignorancia, la intolerancia, la estigmatización, el descrédito, la ridiculización y hasta los extremos de ser calificados como enfermos, demoníacos, pervertidos y peligrosos para la sociedad en general y para los niños en particular.

Las prácticas homosexuales, los deseos homosexuales, los amores homosexuales y la identidad homosexual, son partes del intrincado laberinto que debe recorrer la inteligencia de cualquier persona para entender su realidad o sus miedos.